Cuentan que la primera vez que Luis Miguel Dominguín se fue a la cama con Ava Gardner, inmediatamente de consumar la coyunda comenzó a vestirse a toda velocidad. «¿A dónde vas?», preguntó ella, asombrada. «A contarle a todo el mundo que me he acostado con Ava Gardner».
Sirva esta anécdota como introducción al extraño silencio barcelonista después de superar el que tal vez ha sido la fase de grupos más difícil de su historia en la Champions. Perfectamente el Barça podía haber sido eliminado, como el Liverpool o la Juve. Perfectamente podría haber acabado los miércoles europeos o, mucho peor, podría haberse ido a ese horror que es la antigua UEFA.
Es cierto que los pentacampeonatos y el Mundial de Clubes han elevado el paladar de esta afición; cierto es también que la ejemplarizante historia de Rafa Iglesias les ayudará a entender la importancia de derrotar al miedo al ridículo y respetar el deporte: http://www.publico.es/deportes/274268/intestino/esperar.
Por si no se han convencido de lo bello que es competir y ganar, vean la cara de Sinan Bolat, portero del Standaard de Lieja, en el momento más crucial de su existencia: acaba de clasificar a su equipo para -atención- la UEFA: http://www.youtube.com/watch?v=-bBbq-Mhk3I. En verdad es recomendable este visionado antes de empezar el día y salir corriendo por la portería.
Dominguín tenía alma de torero, pero bien podía haber sido futbolista, hacer buenas migas con Bolat para hablar con él sobre el secreto de la vida y el deporte: la importancia de celebrar.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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