Hace semanas que se suceden noticias que nos recuerdan que el único integrante del vestuario del Barça que acaba contrato este verano es Guardiola. Existen varias opiniones respecto a su negativa a renovar -algo que La Potra ya habría cerrado de haber podido-, a saber:
1. Que está molesto por las condiciones salariales de su multitudinario e hiperprofesionalizado staff.
2. Que no quiere hipotecar al futuro presidente de cara a las próximas elecciones.
3. Que es tan meticuloso que quiere cumplir su contrato, acabar la temporada y decidir entonces.
En este foro somos muy partidarios de ese apasionante entretenimiento llamado humo (22ª acepción del diccionario de la RAE) y opinamos que tal vez haya una cuarta teoría a tener en cuenta: que no renueva sencillamente porque quiere cambiar de aires. Guardiola dejó el Barça como jugador porque quería ver mundo, aprender de otros lados (o como diría el maestro, desaprender: http://www.cadenaser.com/entrevistas/entrevista.html?encuentro=4755&docPage=25&ordenacion=desc, pregunta 10). Porque sabía que la carrera de un jugador es corta y quería vivirla al máximo.
Vivió calvarios indecibles en Brescia y Roma, en lo deportivo y por su dudoso dopaje. Luego, Qatar y México. Era un hombre inquieto, y no sería raro que aún lo fuera. Después de un bienio en el Barça que será recordado, podría pasar que Guardiola quisiera probar otro fútbol, imponer su sello en otro lado.
¿Dónde iría alguien como él, que puede elegir? El deprimido calcio no es una opción, y ya lo conoce. Si no tiene un ataque de exotismo, elegiría las Islas Británicas. Y de todos sus equipos, sólo dos están al nivel de lo que alguien como él podría buscar: Liverpool y United. Sabrán disculpar este ejercicio de nigromancia barata, pero qué osadía demostraría Pep si apareciera en Manchester para lograr el más difícil todavía: superar la leyenda de Ferguson como está haciendo con la de Cruyff.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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