Mientras el pánico ya ha cundido definitivamente en el hogar de esos culés ejemplares que son los Collado, esta Caverna se permite un ejercicio de pragmatismo. Si contamos el 2-2 de Mestalla y el 0-0 de esta noche grande, y especulamos con un empate en el Bernabéu y otro más en Stamford Bridge, obetenemos lo siguiente: en el momento crucial del año, cuatro empates nos valdrían para ganar un título (la Liga) y llegar a una final de Champions. Ni más ni menos.
De entre las cosas malas que se han visto esta noche, la peor es la lesión de Márquez, que no volverá a jugar en lo que queda de temporada. A esa pésima noticia se ha unido ese prodigio de ineptitud que es Puyol consiguiendo ver una amarilla que le impide estar en Londres (malo) y que encima garantiza su concurso en la finalísima.
De entre las cosas buenas, que Valdés ha evitado una tragedia, que Iniesta y Messi las han pedido todas -lo del argentino no es preocupante: a cada actuación discreta suya sigue un recital- y sobre todo, que éste no es el Chelsea de hace tres años -en que a cada contragolpe, con Duff, Cole, Robben, Cole, Drogba y hasta Guddy aquello parecía el fin del mundo- y ni siquiera es el United del año pasado. Cabe recordar que aquel Manchester, que nos eliminó tras otro 0-0 en el Camp Nou, ganó la Liga inglesa de forma arrolladora, mientras que los de Abramovich pueden estar contentos si aseguran la tercera posición.
Por último, un dato para la esperanza: los dos últimos títulos europeos del Barça (la Recopa del 97 y la Champions de 2006) llegaron tras empatar el partido de semifinales en el Camp Nou, contra Fiorentina (1-1) y Milan (0-0).
Lo de esta noche es un gran resultado. Pero mejores aún serían los dos próximos empates, con goles, por supuesto, dado que es imposible empatar a cero con una defensa integrada por Nuestro Heroico Capitán y el amigo Piqué.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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