Clásico

La misión

1 mayo , 2009

Desde la Biblia hemos crecido con la nociva idea de que existen un bien y un mal absoluto. Las sucesivas civilizaciones que hemos conocido se han asentado en base al odio al enemigo (los celtas, los romanos, los godos, los moros, los borbones, qué más da) y esta concepción maniqueísta del mundo, que tan poco ayuda a la convivencia, sirve a la perfección para explicar la pasión del Clásico.
Será hora y media y será en el Bernabéu, esa plaza donde el color azulgrana es el Anticristo del mismo modo que en Barcelona el color blanco evoca lo peor de la condición humana. Si los chavales de Pep logran ganar, el sábado por la noche será de fiesta, pólvora y excesos junto al Mediterráneo. El empate también sería una proeza que equivaldría al título. La derrota dejaría al líder aún por encima pero con la moral tocada ante la persistencia de un rival obstinado y ganador.
Para vivir esa hora y media que algunos les recuerda lo bonito que es vivir, esta Caverna ha trasladado su base de operaciones a Amsterdam, ciudad amiga, rincón donde nacieron Michels y Cruyff, los hombres que llevaron a Barcelona la exótica idea de que al enemigo hay que atacarle con extremos, con el balón y llevando a la grada un sentimiento: «Estos son los mejores». Proclamar eso en el Bernabéu, combatir el mal absoluto, ésa es la mision del barcelonismo.

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