Las fotos de los equipos campeones con su copa recién ganada nunca son de felicidad completa. Aparece gente exultante, pero el aficionado siempre descubre, como quien busca a Wally, a errores de la secretaría técnica (Van Bommel, Gabri, Maxi López, etc.) y a perfectos desconocidos. Por desgracia, éstos no suelen ser gente como Justin Cole, de los que se cuelan aprovechando el cachondeo general (http://www.sport.es/default.asp?idpublicacio_PK=44&idioma=CAS&idnoticia_PK=486359&idseccio_PK=1032), sino la hueste de empleados del club.
En realidad, que esta gente aparezca en las fotos de los triunfos es de justicia. Cuando las matemáticas permitan al Barça celebrar el título de Liga este año, hay un personaje de nariz aguileña que merecería agarrar el trofeo junto a Messi y Alves. Se llama Lorenzo Buenaventura y es uno de los grandes culpables de la temporada del equipo. Él es el preparador físico que fichó Guardiola a instancias de Seirul·lo, que sigue siendo el jefe del área.
Este gaditano es un personaje muy conocido entre los personajes del fútbol. Desde hace años, su consulta recibe a futbolistas de todos los países en busca de un milagro. Hasta las estrellas del Milan acudieron a él, huyendo del hospital de Milanello, para recurrir a sus manos milagrosas. Buenaventura les dedicaba cinco minutos apretaba el músculo dolorido, les arrancaba una lágrima y acto seguido, les echaba: «Vuelve la semana que viene», decía. La misma respuesta la recibían los que jugaban en su Cádiz y los que cogían varios aviones para verles. Pero todos repetían con el milagrero andaluz.
Pero ni su fichaje por el Barça, ni las llegadas de un cuarto preparador físico (Altimira), un fisiólogo (Gorostiaga) y otro médico (Medina) habrían bastado si Guardiola no se hubiera sacado de encima a uno de los mayores lastres del pasado que había en el vestuario -y no hablamos de Deco-. Se trata del doctor Tramullas, antiguo jugador de básket, que llegó al cargo impuesto por el Todopoderoso Johan. Las críticas a su profesionalidad eran habituales en el seno de la plantilla. Contaban de él que no tenía ni idea de recuperar lesiones, pero que le servía a Cruyff de topo en el vestuario y que además de cultivar su bronceado de playboy, hacía lo propio con sus relaciones con los jefes: cuando Rijkaard o su señora tenían que ir de compras al Corte Inglés, ahí estaba el médico del primer equipo para ejercer de guía y camálic.
El año pasado, con él en el área, a estas alturas había habido 36 lesiones en el primer equipo, 12 de ellas graves, de más de un mes de duración, que afectaron a gente como Eto’o, Messi, Puyol, Touré, Henry, Deco o Ronaldinho. Este año ha habido 21 partes de lesión, pero sólo tres han sido graves (Iniesta, Hleb y Abidal).
A veces, para que los futbolistas se crean su trabajo, lo primero es rodearles de un equipo de gente a la que respeten. Por eso Buenaventura se merecerá estar en una foto entre chorros de cava y muecas contorsionadas por los cánticos de victoria. Por eso a Tramullas nadie le echará de menos.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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