El barcelonista convencido de que nada bueno puede ocurrir un 6 de julio en el Camp Nou se equivocaba. Puede ocurrir que el régimen de cínicos y garrapatas que manda en el Barça se dé un buen susto. Puede ocurrir que el socio demuestre que le da igual lo que diga el Sport. Y hasta puede ocurrir que aparezca el Sauron, después de ocho años de silencio, para volver a hablar, volver a llorar y arrancar al respetable lágrimas de risa.
Laporta, a pesar de la humillante derrota que le ha endosado Papada Sudorosa Giralt, no quiere dimitir. Algunas voces dicen que mañana martes puede haber sorpresas. No lo creo: éste es el mismo club donde hemos estado dos años sin vicepresidente deportivo sólo para no ofender a Cruyff. Lamentablemente, los clubes se parecen a quien los rige. Lamentablemente, es muy difícil contagiar una cultura del esfuerzo cuando el jefe de uno, y su jefe, y el otro, y el de más arriba, sólo creen en el engordar y morir.
Lamentablemente, Laporta estaba ocupado tramando su huida hacia adelante a la hora en que Rafa Nadal le daba una lección que nadie ignora: para ganar, hay que quererlo mucho, muchísimo. Y a l’amic Jan, el presidente de Gaspart, hay cosas que le han dejado de importar.Como a tantos otros en la historia del Barça, que se dedicaron al innoble arte de la paranoia, la baja política y el cuento hasta dejar a este club con un palmarés ridículo.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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