Paciencia, fe y ardor guerrero. El Villarreal ha vuelto a demostrar que este Barça tiene lo justo en ataque. De la defensa es imposible hablar mal teniendo en cuenta que ayer jugó Thuram, ese señor mayor con alma de polizón que algunos domingos se viste de corto.
Otra vez a ocho puntos, con sólo 11 partidos por jugarse. En mi opinión, la remontada es posible. Al Real Madrid le quedan un montón de partidos complicados, que en su estado de forma decreciente no va a sacar adelante. Dice el oráculo que va a perder por lo menos 11 puntos hasta final de Liga. El problema es cómo se apaña el Barça para tener un sólo pinchazo hasta el final: el empate en el Bernabéu nos hace campeones, pero es complicado que este equipo gane 10 de 11.
Lo primero que tienen que hacer los jugadores es hablar con el psicólogo de Xavi para que les cuente que no hay nada imposible. Lo segundo, decidirse a ir todos a una a ganar los partidos. Eso es lo más triste de noches como la de ayer, que el Barça no parece un equipo. Aunque parezca increíble, a veces es tan fácil como eso: que los jugadores saquen el orgullo y quieran. Que encuentren aquel precepto guerrero de Sun Tsu, el dao, que viene a ser el sentimiento de compañerismo entre los soldados. «No respetan nada. No hacen caso a nadie. Hasta se engañan entre ellos», decía la semana pasada un cavernícola infiltrado en Can Barça hablando de los cracks.
¿Por qué hay que creer? Porque el fútbol es algo absurdo, cruel y caprichoso. Porque las reacciones menos probables llegan a veces sin motivo. Porque los contratos dependen de lo que ocurra entre ahora y junio. Porque la primavera siempre llega.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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