FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
No hay nada que rejuvenezca tanto, ni tan súbitamente, ni de una manera tan inapelable como el encuentro con un crack. Cuando en nuestra vida real aparece el héroe, insólito y en tejanos, nos atropellan en el acto las clapas en la barba, el acné, los gallos del cambio de voz, la bata del cole y la baba colgando. Todo en pocos segundos y sin más mediación que la visión del héroe.
Así ocurrió el pasado miércoles. Eran las 23.00 horas cuando Alexis Sánchez se apareció en un restaurante lo bastante exclusivo como para tener entre sus habituales a Juanjo Castillo y a Joan Laporta (a este respecto debo admitir que jamás les he visto coincidir, hecho que espero con genuino interés). Como era de esperar, los sentidos del groupie se embotan y una sola prioridad se instala en su cabeza. «Una foto, una foto». Pero la torpeza de su mente se extiende a manos, boca y piernas. Afortunadamente para él, Alexis abandona el local -regalándole a él, su única audiencia, un gracioso sprint– para regresar instantes después y meterse en la cocina. A su salida, el groupie ya está medianamente repuesto y preparado. Una señora se acerca al Jugadorazo:
-Una foto, para mi hijo, que tiene diez años.
Y el groupie piensa qué foto, ni qué hijo, ni qué diez años, ni cómo le hablas así, aparta de él, bruja. Pero se contiene y espera y llega el momento.
-Alexis, ¿una foto?
El héroe no dice nada, le mira y asiente. Mientras ambos se vuelven hacia el Doctor Noche, que será el fotógrafo de este instante de felicidad abismal, el fan aprovecha para mostrarle en la pantalla de su teléfono el logo que en su día creó el señor @dsordn_creativo y con la que persigue en Twitter a los infieles:
-Que sepas -expone el freak– que soy el fundador del Komando Tokopilla.
Alexis, claro, no entiende nada y no oculta cierta incomodidad, su sonrisa se vuelve metálica mientras un pesado tufo a edificio Dakota se apodera del local. Al rescate llega el flash, las cabezas se rozan por un instante y ¡clic!, el Jugadorazo ya hace amago de enfilar hacia la mesa donde le espera el resto de su troupe. Pero el groupie no está saciado:
-Déjame hacerte una pregunta, una sola. ¿El gol al Madrid es el mejor momento de tu vida?
De repente brota el futbolista; su mirada se concentra, esto le interesa. Se lo piensa bien:
-Sí, el mejor. Luego el de Wembley fue igual de bueno.
Acto seguido, el abrigo de cosmonauta de Alexis Sánchez se lleva a su tripulante a las alturas. Tras de sí deja una barba con clapas, gallos, un acné inexpugnable, una bata roja con el bolsillo descosido, un babero pegajoso y la mejor cara de imbécil de un niño de 33 años que se pregunta, con verdadero estupor, qué se supone que debe hacer con el copazo de gintónic que le espera en su mesa.
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