FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
«De este modo todo el mundo acabó por estar implicado en aquella masacre permanente. Al final, ¿quién era cómplice y quién víctima? El propósito de Cornelisz era borrar toda línea de demarcación clara entre aquellos dos estados pues era sobre esta misma confusión sobre la que se asentaba su poder».
Los náufragos del Batavia, Simon Leys
El Batavia fue un malogrado barco de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales que naufragó en 1629 en la costa australiana. La embarcación no pasó a la historia por ese accidente, sino porque sus 321 tripulantes tuvieron la desgracia de compartir viaje con Jeronimus Cornelisz. Tras el naufragio se desencadenó una auténtica orgía de alcohol y violencia a bordo, hubo escenas de pánico y desesperación; lo peor estaba por llegar: los dos superiores de Cornelisz zarparon a por ayuda y éste, que ya se había dedicado a conspirar durante la infernal singladura, quedó al cargo de los supervivientes con un grupo de fieles armados. No tardó en convertir el islote donde se refugiaron los supervivientes en una pesadilla de sangre y crímenes. Su sistema era eficaz: ¿Me eres fiel? Mata a éste. ¿Me miras raro? Te matamos. Así durante semanas, en el fin del mundo y sin ninguna esperanza.
Seguramente en esta farsa fase de la competición y por una simple derrota no procede que nos pongamos apocalípticos. Pero las señales están ahí y son muchos los tiros que llevamos pegados y demasiadas las decepciones como para que ignoremos el panorama que tenemos ante nosotros. Mientras no nos rescaten la amnesia y la desmemoria más absolutas, este equipo será una decepción continua. Tal vez con lo que ofrece le baste para engañar a niños de seis años, tal vez le sobre para ganar a La Banda, quién sabe incluso si para llevarse la Liga. De hecho, no hay duda de que en algún momento los artistas y los campeones que quedan ahí dentro nos levantarán del sofá con su penúltima proeza. Pero la verdad la tenemos ante nuestros ojos, y como en todo en todas las cosas de la vida, uno debe elegir un bando.
La decisión está ahí para socios, aficionados, periodistas y agitadores varios. Los que no hayan elegido bando empiezan a ser sospechosos, ya prácticamente estamos en diciembre y como han podido comprobar al Barça le preocupa más lo que se dice en las barras de los bares que los centrales que dejó de fichar. El dilema es sencillo: pueden irse con las víctimas -y descubrir en el lloriqueo twittero el último gran privilegio del ser humano libre– o con los cómplices -y maravillarse con el espectáculo único de derrotar al Granada-. A verdugos, no se esfuercen, no llegan a tiempo: el papel se lo arrogaron hace mucho el amigo Cornelisz y su camarilla.
Piénsenlo, y elijan ya si callan o gritan, no vaya a pasar como con los náufragos del Batavia, que finalmente fueron rescatados del horror para ver cómo la noticia incendiaba Europa. Se pasaron el resto de su vida acosados por una pregunta: ¿cómplice, o víctima?
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