FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Hace cinco años, la delantera titular del Barça la formaban Pedro, Messi y Villa. Hace una década, Giuly, Eto’o y Ronaldinho. Si nos vamos a 15 años atrás, ahí estaban Overmars, Kluivert y Rivaldo. Hace dos décadas, Judas, Kodro y Hagi. Hace 25, Goiko, Txiki y Stoichkov. Y no me hagan remontarme más, que aparecería ahí peña digna del Espanyol. Convendrán que en lo que a líneas atacantes se refiere hemos tocado techo. Es el fin de la historia, amigos, porque el debate ideológico ha muerto: jamás habrá nada comparable a lo que hemos visto en este año memorable.
En efecto, Tridente es un palabro que habría que retirar del diccionario y colgarlo del techo de la RAE después de que se haya aplicado a Messi, Suárez y Neymar. Hace un año nos hicieron pensar que habíamos llegado al límite: acumularon 119 goles y 60 asistencias y lo ganaron todo. Este año fueron más allá, hasta los 131 tantos y 75 asistencias. Los tres por encima de 30 goles, los tres por encima de 20 asistencias. En un mismo año. Les repito: nunca jamás cosa comparable aunque no esté Serrat para hacerles un homenaje.
Y todo ello con una exigencia de calendario durísima, ganando hasta cuatro títulos con la barriga llena y con nulos estímulos en el banquillo. Dentro de cien años, cuando suene el hexasílabo Me-ssi-Suá-rez-Ney-mar el mundo sabrá que no habla de un instante cualquiera de los años de gloria que protagonizaron, sino de la remota y gloriosa 2015-2016.
Y como estamos solemnes, piensen en el Aleluya de Händel que se habría marcado Sean Kennedy, Cavernario de Honor, de haber tenido la suerte de ser del Barça y ver esta locura en directo. Imaginen y vuelen.
Messi. 10. Capo criminal. La Bestia culmina otro año de los que nos alarga la vida, nos llena, nos hace felices, nos mejora como seres humanos y nos permite creer en esta especie. Parece imposible que tantísimos años después su juego nos siga conmoviendo y asombrando, que existan aún nuevos matices en su repertorio, que nos reserve aún sorpresas. Su lesión de septiembre ha rebajado sus números, pero acaba con 41 goles y 25 asistencias en un año en que se descolgó más atrás para hacer jugar al equipo, coger la manija y homenajear, en algunas gozosas fases, a Xavi. Así, si por voracidad y barbarie ganadora tocó techo en 2011 y 2015, por sentido del juego y caviar futbolero estamos viendo ahora al mejor Messi de siempre.
Pero Messi ha hecho más que hacernos ganar y llenar de alaridos el vecindario. En nuestra relación sentimental con él, con nuestro silencioso hermano pequeño, hemos conocido un dolor que da nuevos registros al asunto. Le hemos visto señalado por el fiscal como un «capo de una estructura criminal», le hemos visto condenado, le hemos visto aparecer en esa desvergüenza de Panamá. Pero sobre todo, le hemos visto, en este negro inicio de verano, otra vez hecho un mar de lágrimas, en la derrota y el fracaso de esa puta Argentina que sólo existe para hacerle llorar.
¿Cómo se consuela al más grande después de palmar en una, dos, tres y cuatro finales? Pues aquí, desde el agradecimiento, sólo tenemos una vía: el aplauso. Sus finales ante el Sevilla en la Supercopa y la Copa del Rey están ya en los libros de historia. Un pase como jamás habíamos visto. Una falta perfecta para la MiniBanda. Y sobre todo, un logro para la eternidad: el de haber sido el último en emocionar a Cruyff sobre el verde.
Munir. 6,5. (Casi) Negro. Se cuentan a miles los haters de Munir. No nos busquen entre ellos: cabría recordar al mundo que ya somos bastante afortunados teniendo lo que tenemos arriba como para exigirle a este chaval con pinta de iletrado que sea una estrella mundial. El hombre es decente, aprovecha sus minutos, empuja desde el banquillo y acaba el año con ocho goles y cinco asistencias. Mucho, muchísimo, para un tío que vive con la boca abierta de puro asombro y que tiene un sólo deseo en el mundo: ser negro.
Luis Suárez. 10. Desencadenado. Acabar una temporada con 18 goles más que este Messi es un logro que probablemente no está al alcance de ningún otro nueve del planeta. La temporada de Suárez ha sido asombrosa y esta Liga debemos recordarla como su Liga. Su sprint final, con 14 goles en cinco partidos, fue una cosa estremecedora teniendo en cuenta que hablamos de un futbolista de instinto, superdotado para el desmarque y el remate, pero con limitaciones evidentes en el uno contra uno y la velocidad.
Pero si por alguna razón merece un homenaje Suárez esta temporada es por haber representado con tanta exactitud el papel de niño enjaulado que sale al recreo a reventar balones y perseguir pelotas perdidas como si a cada segundo se jugara la vida. Posiblemente no hemos visto ansia igual. Qué cosa ver a Suárez rematar a la red después de los goles de sus compañeros. Qué cosa verle gritar a la grada rival. Qué manera plena, perfecta, soñada, de empalar a la escuadra. Menuda metáfora que el penalty de Cruyff estuviera pactado entre Messi y Neymar pero que él, sin saber nada del asunto, fuera el primero en llegar ahí -y pasar a la historia-.
Sandro. 5. Guti. Este buen hombre se va a Málaga después de haber llenado su palmarés y su entrada de Wikipedia con una montaña de títulos que muchos no olerán en toda su vida. Un año más, ha perdido la carrera con Munir y su papel ha sido instrascedente, con tres goles (en un solo partido) y otras tres asistencias. Debemos felicitarnos por haber visto, ya en su segundo año que la cosa pintaba tremendamente a Guti: una promesa de evidentes virtudes que nunca explotó. Así, su leyenda bien podría erigirse sobre una asistencia de tacón al alcance de muy pocos. Ya saben, cosas que en la Meseta valieron ríos de tinta y mucho humor.
La suerte que tenemos es que en este lugar del mundo no nos dejamos impresionar por un taconazo, especialmente cuando el artista se dedica luego a estropear asistencias maravillosas con cagadas tragicómicas tan asombrosas como ésta o ésta otra. Toda la suerte, y a ver si con algo de suerte acaba en el Cuernabéu engañando a quinceañeras y toreros.
Neymar. 10. Heredero. En este foro creemos que Neymar ha sido el mejor jugador del Barça en un año descomunal. Su nivel de desborde, su condición de jugador más decisivo del partido, se sucedió semana tras semana desde el inicio y se disparó con la lesión de Messi. Al once brasileño no le habíamos conocido a este nivel. Su magia era conocida; su regularidad, no. Dicen los que entienden que la mejor forma de ver cuál es el jugador más desequilibrante de un equipo es ver a los regateadores. Pues bien: Neymar, jugador con más regates de la Liga, con 323 (La Bestia es segundo con 262). Las faltas recibidas indican lo mismo: jugador más hostiado de la Liga, Neymar, con 120 palos (el segundo recibió 95). A él, que pesa 60 kilos. Pero eso no le ha frenado: hay algo de masoca en su forma de jugar y de querer ser protagonista; como hay algo de estudiado, cuentan, en su camino a lo más alto. El camino incluía este año hacer de Messi y demostrar que puede mandar y desequilibrar como él.
Lo que le hemos visto hacer por la izquierda es digno del mejor Ronaldinho, ni más ni menos. El nivel de meadas y choteos ha sido prodigioso, por no hablar de las lambrettas, los controles de rabona y una serie de latas de caviar que no habíamos catado. Es ahí, en su flanco, el zurdo, donde se han desangrado infinidad de rivales y es ahí donde hemos visto la mayor explosión del fútbol mundial de este año (Douglas Costa duró tres meses y Griezmann, pobre, sí es buena competencia). Fruto de esta detonación llega su liderazgo en asistencias, 28, por encima de La Bestia, cuando el pasado año repartió 12.
Pero lo cierto es que ustedes saben, y en este agujero sabemos y en la mansión de la Cresta Parda saben que desde abril bajó su nivel. De hecho, el Barça habría eliminado al Atlético en la ida si Neymar hubiera metido alguna de las cuatro clarísimas -cuatro, decimos- que tuvo. Y sería bueno que, de ser ciertos los rumores sobre la alegre manera como preparó la vuelta de los cuartos de final, alguien en su entorno lo evitara en el futuro.
En fin, amigos. Neymar ha sido el que desquició al Espanyol, al Athletic, al Atlético y a los Leñeros United que campan por la Liga. Neymar fue el que zanjó la final de Copa con ese golazo a pase de Messi y se dirigió a la grada diciendo «acabou, acabou» para a continuación besar el escudo y señalar el suelo con el índice. Neymar, 24 añitos, dejó el mejor gol del año en una temporada de prodigios y avisó al mundo: es el legítimo heredero de Su Majestad La Bestia.
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