Aquí tienen el octavo título de Laporta. Quería beneficiar a la candidatura continuista amarrando la continuidad de El Mite y ayer hizo como que lo ha logrado. Para celebrarlo, una foto. Guardiola, sin embargo, no decepcionó a sus admiradores. Ni una palabra, ni un solo gesto de complicidad. A penas esta foto le regaló al bárbaro que el destino le puso por presidente.
Si recuerdan las celebraciones de los seis títulos de la 2009, se fijarán en que tampoco entonces Guardiola le mostró ni una pizca de cariño al presidente. En su momento de mayor emoción, cuando ganó el Mundialito, se acordó de Evarist Murtra, el directivo que hizo posible su fichaje. Se acordó de la gent blaugrana que le ama de día y de noche (http://www.youtube.com/watch?v=mvPP9CwMrKQ). Pero del presidente, cosas de la amnesia, no se acordó.
Habrá quien piense que si Guardiola se comporta así con Johnny Lapotra es precisamente porque su presidente representa todo aquello que él ha querido desterrar. El modelo de perfección que ha establecido el técnico con su trabajo, su rigor, cuidado por el detalle y un comportamiento intachable no podría ser más opuesto al de Jan, el hombre que con la fórmula del pit i collons ha logrado la catalanización perfecta de Gil y Gil. O puede que seamos demasiado optimistas y que sencillamente Guardiola no quiere ser víctima de la cacería de los medios nuñistas de la ciudad.
Al margen de las cábalas, miren el rictus de Guardiola en la imagen. Obsérvenlo bien. Decía Fleur Jaggy que «la glacialidad también revela sentimientos». Al loro.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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