Si no me he perdido en mi genealogía, creo recordar que la Casa Fuster acogió a principios de siglo XX el taller de un bisabuelo. Hoy alberga uno de los hoteles más extraordinarios de Barcelona, con un salón modernista de los de 6,50 euros una Coca-Cola.
Fue ahí, mientras escuchaba al antiguo príncipe y futuro presidente de este país, donde ayer me encontré de forma fortuita a Guardiola. El mismo gesto despierto que luce en los partidos, la misma mirada penetrante, idéntica presencia feroz. Antes de tomar asiento, eligió una silla desde donde controlaba todo el local y desde donde podía controlar a las cámaras y periodistas que pululaban a escasos quince metros.
Sin ángulo de visión y algo intimidado, no me fijé en qué tomaba. Sí en su larga conversación telefónica, que me fue imposible oír, aunque me desbocó la imaginación:
-A Mourinho le metemos cinco aquí y cinco allí y listos.
-Veo a Piqué algo flojo. Necesito el teléfono de Shakira ya.
-¿Qué hace Leo? ¿Le habéis llevado esas Natillas que le gustan? Ojo que tenía callos en la mano de la Play, compradle otro mando.
-¿Pastore? ¿Afe- qué? No me jodas, me cago en la puta. Va hombre va, si Tiago y Jonathan están que la rompen.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
13 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login