Bojan

La pesadilla de Scarone

23 junio , 2011

Imaginen a un chico que se pasa la infancia dedicando tres horas de coche diarias para irse al Barça a competir con los mejores de su generación. Imagínenle durmiendo, encajonado en el asiento de atrás, horas, días, semanas. Ahora imagínenle imponiéndose a todos, siendo el mejor año tras año, ganando títulos con goles increíbles. Se corre la voz: llega otro fenómeno.

Imagínenle en 2008, con 17 años, llegando a un vestuario de superestrellas agotadas para convertirse, para una prensa caníbal y ansiosa, en el salvador del equipo. Imagínenle en esas portadas cuando en el instituto sus compañeros le piden el autógrafo de Ronaldinho. Sigamos con esta ficción. Imaginen que el chaval, ojos de Bambi, se ilusiona un día con esas portadas y las lleva al vestuario para que sus compañeros las firmen. Tras el entreno, están calcinadas. Descubre así lo que es el fútbol y lo que puede llegar a ser un vestuario.

Imaginen que un buen día es objeto de un rito de iniciación inconfesable por parte de los compañeros. Imaginen que la historia llega a oídos del padre de la criatura, empleado del club. Éste monta una escandalera. Los veteranos le ponen la cruz al niño. Para entonces, las expectativas del entorno del chaval ya se han disparado al infinito. También su orgullo: nadie se extrañará de la negativa a bajar al B, donde un tal Guardiola toma nota.

A pesar del shock de la suplencia, de una cierta marginación y de su nula capacidad para abandonar el eje del ataque, Bojan sigue anotando. Marca en finales, marca golazos que valen Ligas, sienta a Ibra. Pero su juego sigue sin encajar, él sigue sin encajar. Su caso recuerda al de Scarone, el primer crack mediático de la historia del Barça, estrella del todopoderoso Uruguay de los años 20. Aguantó un año y abandonó el equipo con sólo nueve partidos jugados. La palabra mobbing ni siquiera era conocida. Se largó y siguió ganando títulos, entre ellos, un Mundial y unas Olimpiadas.

En este rincón enlutado no está todo dicho sobre Bojan. No, queda esa historia nunca explicada y que tenía que titularse La habitación del pánico. Es lo que tienen los finales abruptos, el adiós a los jóvenes. Dejan el vacío de un naufragio. Maybe, baby, one day.

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