Después de 371 entradas, tres años, nueve meses y 21 días de blogueo marginal, esta Caverna recibió ayer una noticia que quiero compartir con ustedes. No se entusiasmen: ni el Bar Deportes ni la Libreta de Van Gaal ni ningún otro tótem han tenido a bien recomendar este rincón. El seguimiento de esta creación es tan humilde como de costumbre -y a fe que son ustedes un público selecto y reducido, prácticamente les conozco a todos ustedes y eso es una suerte-. Tampoco he recibido, ¡ay, las!, un ofrecimiento económico para ganarme la vida con este artefacto.
Lo ocurrido ayer es mucho mejor que eso. Sin más dilación: Juliano Belletti se asomó ayer a Twitter para agradecer a este Cavernario que tenga como foto de perfil la misma que incluyo aquí y que también uso en el Facebook de este blog. Don Juliano Belletti in person. Mi reacción, pueden imaginarlo, fue ponderada, como corresponde a un señor de orden que transita ya su cuarta década. En fin, le respondí con un enlace a la entrada-homenaje que le dediqué en su día. Y hoy, en las estadísticas, aparecía una visita desde Brasil, algo que ayer no tenía. Qué quieren que les diga, uno escribe para que de vez en cuando ocurra una cosa así.
Entiendo perfectamente las psicopatologías, traumas y frustraciones que revela este mensaje. Pero sean comprensivos: les escribe el demente que un día parió La Caverna Azulgrana. Y qué demonios, estaba harto de verle la cara a Gabri.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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