FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Abdicar o consagrarnos. Ceder el trono -aunque sea temporalmente; este equipo tiene mucha cuerda aún- o consagrarnos de nuevo como el equipo más grande que han visto los tiempos con un nuevo hito. La disyuntiva no llega en buen momento. La culerada anda depresiva, varios jugadores clave están fuera de forma, la suerte nos es esquiva, y, por primera vez en años, hay un incendio en el vestuario, ingredientes de sobra para que los buitres del nuñismo hayan vuelto a revolotear.
La misión es remontar a un equipo de leyendas al que, después de un insólito resbalón, el fútbol le debe algo. No es el mejor momento para ser optimistas, pero, aunque sea por una sola vez en la vida, sí para ser justos: este equipo merece crédito. ¿En quién vamos a confiar alguna vez si no confiamos en esta gente? Sobre el césped se verá lo de siempre. Desde que Cruyff ancló en esta ciudad su sabiduría y su vanidad, la historia del Barça ha sido la de jugar al ataque para reventar autobuses. Casi 25 años ya lidiando contra defensas de nueve, ayudas dobles y triples, faltas tácticas, contragolpes de vértigo; como siempre, habrá que aguantar, tocar rápido, abrir a banda, combinar, tener paciencia. Así fracasamos el miércoles y volvimos a fracasar el sábado: fue el triunfo de la fealdad.
No importa. Es el momento de reivindicar el lema con que conquistamos Wembley, ese atronador We love football, y darle una vuelta: We are football. Analfabetos del mundo, trogloditas del balón, siéntense a disfrutar. Mañana juega el Barça.
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