FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
No deberíamos perder de vista que a pesar de los dimisonarios y de la lógica caída de actitud de varios futbolistas, el año ha sido sobresaliente, con cuatro títulos y un fútbol extraordinario. Y como en los equipos de verdad, es en la medular donde se ha cocinado ese nivel de excelencia.
Busquets. 9,5. Cacique. En un equipo plagado de campeones del mundo, futbolistas de leyenda y halloffamers, el jefe tiene 23 años. Mueve toda la maquinaria en diez metros cuadrados, enseña el juego de posición a los jóvenes, da salida a los veteranos, recupera, presiona, empuja. Sin gritos ni violencia, sin aspavientos. Se ha quedado en dos goles y tres asistencias pero nadie ocupa el espacio como él y nadie cuaja esas gloriosas bibicletas a cámara lenta. Guardiola habla de él como el capitán del futuro pero aunque no tenga aún los galones, ya es quien manda con el balón en juego.
Keita. 8. Generoso. Es cierto que cuesta vibrar con este hombre de semblante pétreo, pero seguro que se le echará de menos si finalmente abandona el club. Los vestuarios necesitan gente sacrificada y profesional, y en los minutos que ha jugado ha demostrado que se aprende mucho entrenando con Xavi cada día. Nos deja ese alarido contra el Sporting. Dentro de muchos años, cuando hablemos de este equipo, seguramente olvidaremos mentarle; haremos mal.
Xavi. 9. Lastrado. Al portador de la llama le empiezan a pesar los años y los kilómetros. Ha culminado su mejor año de cara a puerta con 14 tantos pero llegó muy castigado a la semana clave, cuajando partidos discretos contra Chelsea y La Banda. Su caracoleo es un lujo asiático que marca la distancia exacta entre el Barça y el resto: Khedira lo contempla asombrado ante el televisor; sus médicos le han prohibido intentar hacerlo. Sería bueno que el año que viene asuma que no puede jugar 50 partidos porque en mayo volveremos a necesitar al mejor centrocampista del mundo.
Thiago. 7. Discreto. Con la calidad que atesora, su año nos llena de melancolía. Nadie pisa el balón como él, nadie juega tan perpendicular sobre el terreno de juego, con la cabeza tan alta. Y tuvo minutos. Pero lo suyo ha sido un baile sin beso, una canción sin estribillo. No cuestionaremos aquí su acento de Pedralbes ni su aparente sociabilidad nocturna, pero el año que viene -si lo hay- es obligatorio que decida partidos, que demuestre que la calidad sirve para ganar.
Iniesta. 8,5. Intermitente. Nunca entendimos por qué Zidane fue tan vulgar como para acabar sus días junto a Makelele. Para redimir aquel error estético, el fútbol nos ha regalado al jugador más elegante de esta generación. Cuando pisa, el césped no cede, cuando esprinta no hace ruido. Su clase es única. Pero incomprensiblemente ha estado media temporada compitiendo a goles con Tello y a asistencias con Adriano. Para el próximo año habría que organizar manifestaciones multitudinarias para evitar su exilio a la banda y forzarlo a jugar de volante por la izquierda, posición en la que hizo una memorable final de Copa y dio, posiblemente, la asistencia más bella de la temporada.
Sex. 4. Judas is back. Era diciembre y llevaba tres meses gloriosos, era el segundo futbolista más decisivo del equipo, había marcado en el Averno y sumaba tres títulos. En ese momento, inesperadamente, el capitán del Arsenal decidió recuperar su verdadera identidad y transmutarse en el niñato traidor que en su día engañó al Barça. Y en media temporada, un triste gol. Y eso a pesar de que la defensa de tres, en parte, era para meterle en el equipo. Y a pesar también de que el exilio de Iniesta a la banda también le beneficiaba a él. Pero cuando un jugador no quiere, no quiere, y lo que falló el inepto en Stamford Bridge es impropio de un profesional: Judas tenía la cabeza en otro lado y de ahí su ubicua mirada. Hay que recordar cómo le recibimos aquí en su día y anunciar que si este hombre vuelve a jugar algún minuto la próxima temporada volveremos con redoblados esfuerzos a la noble tarea de la burla constante. Aquí un avance: moc-moc.
Los ni-nis. SC. Missing. Uno de los mayores desastres que han ocurrido esta temporada en el Barça ha pasado desapercibido: a saber, la calamidad gestada por Eusebio en el B. Jugadores prometedores como Sergi Roberto, Jonathan dos Santos o Rafinha han hecho un año vulgar en Segunda y ni siquiera con la baja de Afellay han tenido ocasiones para jugar en el primer equipo. En un momento clave, han tirado el año a la basura y encima han podido comprobar cómo el Judas Bizco jugaba un día sí y otro también junto a Messi. Oremos para que se fijen también en que quien manda es un larguirucho que jamás abandona el círculo central.
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