FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Llega el día del abismo. Es 6 del 6 del 6, la posibilidad de una derrota nos sumiría en la desesperación y una victoria nos alargaría la vida. Pase o que pase, este partido nos acompañará ya para siempre en nuestros momentos de soledad. Las reglas son conocidas: la Puerta de Brandenburgo se abrirá para que se libre una batalla que, tras la furia y el destello habrá un vencedor y un derrotado.
Las estrellas se agolpan. 22 tíos sobre el césped que han soñado toda su vida con jugar este partido, éste y ningún otro, gente a quien le gusta el fútbol más que usted y que conforman sin ninguna duda los dos mejores equipos del momento de un deporte que practican 1.000 millones de personas en este planeta.
El choque, frontal y despiadado, tendrá mil matices. El balón a la olla, la diagonal a la espalda, el córner salvaje, la falta directa, la combinación, el uno contra uno, el error arbitral, el rebote fatídico. Los caminos del balón serán inescrutables y los caprichos del destino se removerán en una olla en la que nada es más decisivo que la fe.
Y es ahí donde nosotros, los del balón y las paredes, tenemos ventaja.
Ocurrirá a la salida del vestuario, camino del túnel que lleva al césped. Es muy probable que nos lo perdamos por los putos anuncios. Tras los gritos, los rituales, los abrazos, los rezos y las proclamas de entrenadores y capitanes, algún jugador vaciará el intestino, a otro le temblarán las piernas, hay quien sentirá vértigo. Todos llevan a sus espaldas un millón de partidos, pero se repeinarán asustados ante el espejo, sentirán miedo y sabrán, cojones, que esta adrenalina de alevín debutante no hay forma de superarla. Y justo ahí, cuando se animen, se abracen y comiencen a formar a la espera de saltar al verde a por la gloria, le verán.
Sólo 169 centímetros, peinado de buen chaval, tatuajes floridos en los brazos. En silencio, con la mirada de predestinado que sus rivales esta noche se han hartado de adorar en Youtube y en televisión. Es el coloso del fútbol mundial. Su ascendencia y su leyenda son tan grandes que el pánico puede prender al aparecer la camiseta azulgrana con el diez. Leo Messi espera y no hace prisioneros. ¿Imaginan ese shock? Es el partido más grande y le tienes en frente durante hora y media. Inevitablemente, su simple presencia te instala la idea letal en lo fondo de la mente. «Hoy perdemos». Y ya saben, el fútbol lo hacen pequeños detalles y grandes convicciones.
Disfruten del vértigo, porque Messi no irá hoy de biaconero, sino de blaugrana. Recuerden su nombre porque esta noche se desencadena: al fin ha llegado el Día de La Bestia.
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