FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
«Si yo fuera una jovencita núbil de 20 años o así, probablemente iría a los entrenamientos
a tirarle mis bragas a David Rocastle, por más que este tipo de confesión siga sin ser por desgracia aceptable»
Fiebre en las gradas, Nick Hornby
Acaba el partido y el pesadilla de Grau para a La Bestia Parda, que atiende a sus preguntas y sale el último del terreno de juego. Contra todo pronóstico, no le llueven de las gradas un par de cientos de miles de bragas. Fue el inesperado desenlace de otra exhibición europea del más grande.
El Arsenal jugó bien, buscó siempre a Özil, tuvo tres ocasiones clarísimas que toparon con un portero de leyenda y sucumbió. Así es la otra Samp, la dócil y obediente Samp británica. No importó que desnaturalizara al Barça durante muchos minutos y que se fuera a la media parte con sólo dos ocasiones concedidas, que fallaron de forma impropia, Neymar y Suárez. El Arsenal pudo ganar pero falló en el área y se despide de la competición.
Es una lectura.
La otra es que cada vez cuesta más encontrar un equipo que de verdad crea que puede frenar este tren bala llamado Barça. Durante el himno de la Champions, antes del partido, había auténticos poemas en las caras de los futbolistas del Arsenal. Habían visto ya al tridente del Barça, habían visto a Busquets, Iniesta, Piqué, Alves y al resto de multicampeones del equipo azulgrana. Desde ese momento, sabían que palmarían, y cuando eso ocurre, las ocasiones acaban por no entrar.
Cada semana lo vemos en la Liga: esa enfermedad llamada realismo ha llegado a los presuntos perseguidores, el Atleti y La Banda, que ni por asomo creen que puedan con este Barça. En Europa empieza a ocurrir lo mismo. Recuerden ese tweet del City al librarse del Barça: un «suerte y ánimo» de manual. Recuerden recientemente al impresentable de Mourinho. Son cuatro títulos en diez años para los azulgrana y un desánimo que barre la Europa futbolística.
Así lo comprobó anoche la sufrida y maravillosa afición del Arsenal que retrata Hornby en Fiebre en las gradas. Los pobres siguen palmando una y otra vez; la época gloriosa de Wenger parece ya un error histórico. Quizá el problema es de base, de gusto y criterio. Podemos comprender que décadas de fútbol hórrido inglés les arrasaran las retinas, de acuerdo. Pero querido Nick, referente, superhéroe, y poeta: usted nos ha fallado. Que Messi abandonara ayer el estadio sin que le cayeran encima los gallumbos de usted, eso no tiene perdón de Dios. Hubo más clase en su control del 0-1 que en los 15 años de profesional del tal Rocastle. Y si no son ustedes capaces de homenajear a Dios cuando le ven de cerca, nunca, jamás de los jamases, estarán cerca de poder eliminarle y sobre todo, nunca, jamás de los jamases, lo merecerán.
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