FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
«Hay que cagar a gusto y bien». Fue Jesulín de Ubrique quien pronunció este poema al glosar las bondades de su retrete de oro macizo. La frase nos viene al pelo para rememorar nuestra feliz exploración de los abismos en la última semana. En efecto, cagarla seriamente en dos partidos y medio de los tres de una semana de primavera y no perder uno, dos y hasta tres títulos es un éxito que conviene celebrar.
Repasemos el asunto: perdimos contra el Mal en casa y reeditamos la maldición de Anoeta, un estadio donde -de azulgrana- hasta Alfonso Pérez ha metido dobletes. El máximo rival ganó en ambas jornadas, recortando seis puntos de cuajo. Además, llegamos 0-1 a la media parte de la ida de cuartos de la Champions contra un equipo tan duro como el Atleti, que bien habría sido un 0-2 de no ser por Ivan Drago.
Pero la cosa es que remontamos a la turba de Simeone y que en Liga seguimos teniendo un último colchón para pifiarla de nuevo en paz de Dios. Sólo quien más ha ganado puede permitirse aflojar, aunque en este caso hay que admitir que las derrotas han llegado acompañadas de cierto tufillo anémico en un equipo que ya no parece el de invierno. Pero, calendario en mano, la Liga sigue muy cerca.
Y luego está lo otro: la guerra mundial del Calderón este miércoles. Pudimos zanjar el asunto en la avalancha del segundo tiempo del Camp Nou, pero escaparon con vida y están a un triste 1-0 de pasar ronda. Son, seguramente, el equipo más equipo de Europa, el ejército más disciplinado que juega a este deporte. Pero amigos, no nos engañemos. Este Barça, conjunto imperfecto, merece todo el crédito. Si hubiéramos empatado 1-1 en casa, creeríamos. Si hubiéramos palmado 0-2, creeríamos también. Al final, seguimos mirando al campo y viendo ahí a La Bestia Parda, a Iniesta, a Busquets, a Neymar y Suárez y otros seis multicampeones.
Así somos: tenemos el privilegio de perder algunos partidos sin que el asunto se convierta en catástrofe. Y tenemos el privilegio, aún mayor, de saber que para este equipo no hay imposibles.
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