FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Sí, amigos: la magnitud del baño de este domingo en Anoeta tuvo la virtud de transportarnos en el tiempo a la era de Serra Ferrer. Así de mal nos vimos, así de enorme fue la vergüenza experimentada ante un equipo con la décima parte del presupuesto del Barça y que fue capaz de quitarle el balón y recordarle cómo se juega a esto cuando el vestuario está convencido de la idea y no quiere ahorrarle esfuerzos al cuentakilómetros. El bochorno fue grecorromano y sólo empeoró con ese injustísimo punto arrancado con ayuda arbitral.
Sin embargo, uno no aparece aquí tarde y mal y a las tantas y atentando contra su familia para hacer de su miércoles un día peor. Hay algunas consideraciones positivas que uno puede rescatar del naufragio de Donosti. A saber:
Pero por encima de todo, y al margen de cicateros cálculos deportivos, la derrota ha dejado una gran lección positiva, un fermento para el optimismo: que preocupa más el mal fútbol que un mal resultado, y ese justamente era el camino y el legado que nos dejaron los más grandes. En estos días de pánico y catastrofismo, conviene imaginar los pensamientos que cruzan por la cabeza de Busquets, del peor Busquets que vieron los tiempos, conviene imaginar su orgullo maltrecho y sus instintos aguzados. San Sebastián fue un desastre, sí, y alguien pagará por ello. El sábado, no se equivoquen, hay una fiesta.
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