FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Acaba de llegar a la cifra de 300 partidos de azulgrana. Acumula 17 títulos, entre ellos dos Champions en las que jugó como titular. Es un ejemplo de compromiso profesional y de actitud en los entrenos. Es pues, la hora de que La Caverna le rinda un merecido homenaje.
Nuestro recuerdo para don Javier Mascherano empieza en Barjuan, en Gabri, en el crepuscular Puyol, en esa tradición de futbolistas-verruga que no se van de ninguna manera y que siempre acaban rebrotando en algún insospechado lugar del pie o de la alineación. Mascherano es digno sucesor. En su debut, en casa ante el Hércules, hizo una entrada antes del minuto cinco que a muchos nos abochornó: fue un exacto preludio de lo que vendría. Ese día el Barça palmó 0-2 y Mascherano fue sustituido en la media parte.
Desde entonces, el hombre se ha tenido que acostumbrar a su nueva posición, la de central, la que fue degenerando año tras año ante la imposibilidad de comunicarle al Gran Capità Grenyut que sus tiempos de veloz y grácil futbolista habían pasado. Mascherano, en ataque, ya saben ustedes: cero goles en más de 450 horas de fútbol en un equipo como el Barça. Y en defensa es conocido que tiene un único truco: la anticipación muy loca, que le lleva a abandonar su posición una jugada tras otra y que lleva años generando boquetes en el eje de la zaga. Cuando no llega al balón y el rival consigue controlar y girarse, ah, amigos, es entonces cuando nos acordamos del juego de posición de River Plate y de la sabiduría táctica del Liverpool.
Sin embargo, lo que estamos presenciando este año merece capítulo aparte. Del mismo modo que Messi es cada año más omnipotente, la criptonita que lleva Mascherano en las botas sigue mutando y mutando para llegar a su condición actual de bomba H. Para comprender lo que ocurre es bueno contemplar sus hazañas sin volumen e imaginar que en su cabeza resuena una voz que le pide cosas. En efecto, hablamos de psicofonías. Su primer atentado del año así lo indicaba.
Cuando le cae un balón de los cielos y antes de que el tal Ibai se haga con él, Mascherano oye una voz en su cabeza: «¿De qué color son tus gallumbos?». Desconcertado, dubitativo entre el blanco avejentado, el caqui abuela y el negro machote, marra el despeje y fracasa en el uno contra uno. Paciencia.
La escena, por desgracia, se reptiría poco después en un partido clave ante un rival clave. Al recibir Correa, Masche oyó la voz, fuerte, imperativa, que le decía «¡al suelo, nos disparan!». El regate, comprenderán, no es de Garrincha, ni de Ronaldinho, pero oiga, ríase usted de Boateng.
El drama, no obstante, seguiría.
Tiene usted detrás a un avión que se llama Vela y lo lógico en un jugador infradotado técnicamente sería reventar el balón bien lejos, alejar el peligro y dar gracias por la noche de potra inmensa que acumula su equipo. Pero en ese momento una voz resuena nítida: «¡Controlas, golpe de cintura y te lo meas, vamos allá, Maradona!» El resultado lo vieron ustedes.
Pero la culminación a sus infamias llegó esta semana: cubres a Ramos en el 90, en el Camp Nou, ante el puto líder destacado y de nuevo la psicofonía. «Estás calvo y hace demasiado que no te afeitas, mira que igual se está viendo el percal en medio mundo». Con el subidón de adrenalina, hombre al suelo, el primer palo libre, Ramos solo y adiós al partido.
En total, les ahorro el cálculo, son siete puntitos. Y así ha sido durante más de seis temporadas ya.
Feliz cumpleaños y ánimo a todos.
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