FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Frank Sinatra se acercó a Don Genco y, arrodillándose, le asió la mano derecha y se la besó formulando el ritual mafioso: “Baccio i mani, Don Genco”.
En los labios del Don de Agrigento, justo debajo del bigote gris donde se refugiaba el extremo húmedo de medio cigarro toscano, apareció una breve sonrisa de orgullo. Después de dirigir una fugaz mirada a la cabeza del galán de Hollywood arrodillado a sus pies, Don Genco dijo con condescendencia: “Alzati, non sei rifardu” (Levántate, tú no eres un extraño)”.
La mafia se sienta a la mesa, Jacques Kermoal y Martine Bartolomei
Son las maravillas del mes de abril. Apenas tres días después de protagonizar uno de los gatillazos más serios que uno recuerda (una pena, a Neymar le ha dado por comportarse como un tío de su edad justo cuando más barato salía sembrar el pánico en la Meseta a 15 días de aparecer con los chavales), llega la Champions, esta Champions épica en que nos negamos a morir, para recordarnos que la vida es maravillosa y que lamentarse es de mónguers.
Uno no imagina cómo puede afectar al vestuario la cuasi certeza de que esta Liga se escapará. El hundimiento no es aritmético, claro: ganando en el Averno y con una tenerifada del Celta, la cosa estaría hecha. Pero el pesimismo procede de las malas sensaciones de un equipo que en todo el año sólo ha empalmado dos rachas de victorias decentes, una de seis partidos, y la otra de cuatro. El pesimismo viene de que un vestuario que no cree en un título empieza a perder puntos absurdos y de ahí que cueste imaginar al Barça ganándolo todo en Liga.
Y es cierto que nuestra civilización no sabe ganar Champions sin asegurar la Liga primero (no hasta hoy) pero también lo es que aunque nuestra segunda unidad sea un bluf, tenemos un once terrorífico, donde la gente va justita de fuerzas pero es conocedora de que con cinco partidos, cinco solamente, basta. Puede que el desastre liguero sea un acicate y puede que la humillación de ver a los Casemiros campeones de Liga haga que nos regalen cinco noches para el recuerdo en Europa.
Pero eso es el futuro, y a largo plazo, todos muertos. Antes de todo eso tenemos una noche maravillosa ante la Juve, la mayor gloria que ha dado el grandioso y miserable planeta calcio. Un año más, llegan como campeones, como lidérrimos, con un considerable elenco de estrellas. Uno quisiera hacer una sesuda comparación entre esa Juve de 2015 y la de ahora, pero la cosa es absurda: ¿hay diferencia entre la Juve que llegó al Camp Nou para hincar la rodilla ante Stoichkov y la actual? ¿Importa mucho que sus soldados se llamen Baggio, Zalayeta, Tévez o Chiellini? No, amigos. No importa un pito. Es la gloriosa Juve, la de la camiseta más bella del mundo, y en este fútbol, y en esa competición, cualquiera te pinta la cara.
El del martes es un partido que nos hará amar este deporte, un partido que recordaremos durante décadas: no pasa cada día que la Vecchia Signora quiera venganza, ni que la visites con La Bestia Parda en estado de ignición. Así que ya saben: sean humildes, póstrense ante el Don y sonrían: la vida es bella y esta historia llegará a oídos de nuestros tataranietos.
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