FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
¿Qué tiene de anómalo que La Banda se haya llevado el trofeo de la regularidad por segunda vez en nueve años? La pregunta se responde sola: nada en absoluto. Ni en la vida ni en el deporte hay remedio como la abstinencia prolongada para correr ese poco de más, para rebajar el listón en el deslizamiento a la derecha en el Tinder.
Era este Madrid un equipo hambriento a pesar de sus masacres europeas y, visto desde este punto de vista, no habría sido raro que ganaran con 15 puntos de ventaja o que hubieran ganado un par más de Ligas en estos años. Hay un pero: que han sido y siguen siendo peor equipo que el Barça. El debate de los 11 mejores del Barça contra los 11 mejores del Madrid es, a pesar de la decadencia de Iniesta y las lagunas de Rakitic, inexistente: así se vio en los partidos de ida y vuelta, así se saldaron los choques directos. Uno ve a este correoso Madrid y envidia a Ramos, a Marcelo, a Carvajal, a Modric durante algunas fases del año. Hasta ahí: mientras Piqué, Busquets y Messi estén sobre el campo, el Mal cruzará los dedos para seguir evitando a los azulgranas en las eliminatorias.
Pero el caso es que mientras La Banda remontaba en Gijón a lomos de su lujoso banquillo, el Barça fracasaba con suplentes en Coruña o Málaga. ¿Hubo un partido concreto donde el Barça se dejara los tres puntos que le faltaron para ganar otra Liga en que superó a su principal rival ampliamente en el average directo y en el general? Lo hubo. Perdido en las profundidades de septiembre, el Barça perdió en casa ante el Alavés, precisamente el equipo contra el que se jugará la honra en este año desigual.
Hubo aquel día un fallo grosero de Mathieu con 1-1, en efecto, pero hubo también cagadas de muchos otros. En el primer gol del rival, Denis no defendió bien y Mascherano llegó tarde. En el segundo, Aleix Vidal y Mascherano protagonizaron uno de los horrores defensivos del año, que fueron tanto un aviso como una constatación.
En efecto, así como el equipo del Barça barre al Madrí y La Bestia no encuentra rival en nadie que luzca de blanco, el polvo que le ha practicado un banquillo al otro es de impacto. Cuando uno está en el Barça no hay juventud que valga y Denis, André Gomes, Rafinha, Arda, Mascherano, Mathieu, Digne y Alcácer han estado todos ellos muy por debajo de los James, Isco, Morata, Nacho, Pepe, Lucas y Asensio. Vergonzosamente por debajo, a años luz de lo que se espera.
Tiene cojones, en efecto, que la Liga se haya perdido por un montón de tíos que no tenían la excusa del exceso de proteínas en su dieta, y tiene cojones que hayan sido Messi, Piqué, Busquets, Rakitic, Iniesta, Neymar o Suárez los que hayan mostrado más orgullo, más espíritu competitivo y más hambre.
La Liga se ha perdido, en suma, porque palmamos con el Alavés, en Riazor, en la Rosaleda. Se ha perdido porque la vida es una cosa muy seria. Un minuto, un chut a puerta, un error de concentración, pueden desencaenar auténticos desastres. Ya no les cuento una confección de un vestuario, de una junta. No hay decisión dentro del circo demencial del fútbol que después no acabe convirtiéndose en un 1-X-2, que no acabe llegando a ese supuesto escenario de azar que es el césped. Pero no, miren. La vida es cosa seria y guárdense en la vida de rodearse de frívolos, de ponerse en manos de frívolos. Frívolo ha sido Mathieu todo el año, frívolo empezó Aleix Vidal, frívolos los que les ficharon, frívolos los que no advirtieron la decadencia.
Ocurre que el club se ha ido destensando desde hace unos años, sumiéndose en un reino de politiqueos y canapés para alejarse del balón, cada día un milímetro más lejos del fútbol, y otro milímetro, cada día más fiados al talento oceánico de La Bestia y al orgullo de un vestuario irrepetible. Y así fue cómo no pudimos con el Málaga, cómo Mathieu la mandó a Cuenca y cómo entre todos dejamos a Messi sin una Liga que había ganado él solito en los escenarios más difíciles.
En un día como hoy preguten a Rosell por la frivolidad, por la falta de seriedad, por la confianza en que a los elegidos de Dios todo nos irá bien siempre. Si por un momento aflojara esa sonrisa excesiva, les diría que en efecto, la vida iba en serio.
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