Servidor no recordaba esta felicidad. Ayuda, mucho, tener una selección.
Aquí tienen diez razones para amar el Mundial
Nunca la burocracia nos había interesado lo más mínimo pero estamos a tope ya pidiendo la nacionalidad argentina. Por lo que a nosotros respecta, no conocemos manicomio mejor. Un lugar acribillado a huelgas generales, que vuelve a las garras del FMI, un país de insultadores del cinquecento, un país de termotanques.
Qué barbaridad ver a esos periodistas, gente profesional, que cobra por lo que hace, conmoverse ante la visión de Messi, pedirle abrazos, hacerle conjuros, entregarle amuletos sagrados familiares, decirle que le quieren, que le aman. Asumido que no se puede explicar a este jugador desde el periodismo, qué mejor que, al menos, dedicarnos al culto de Dios.
Y luego está el Diego. No me sean monjas, no me sean cacasblandas. Amamos el fútbol porque es una metáfora descarnada de la vida; amamos a Diego porque es una metáfora descarnada del hombre. Escuchen, Maradona sobrevivió a sí mismo después de México ’86 y después de sus tiempos en Nápoles. Tiene todo que celebrar.
El Mundial es insuperable como competición por la larguísima espera (dense ustedes por afortunados si les quedan diez mundiales más, servidora firmaría por ver algún otro que se acerque a éste). Y es insuperable por la tensión competitiva insuperable, tres partidos, un suspiro, para casa. Busquen ustedes alguna competición donde vean a más atletas llorando en la derrota y habrán encontrado algo más grande que esto.
Otro asunto que nos han recordado estas dos semanas de vértigo es la inmensa dificultad de ganar cuando todo el mundo va a muerte, cuando eres el favorito. Sabemos de un equipo que cada año compite a muerte desde hace una década, puede que no les aplaudamos lo bastante.
El hecho futbolístico básico. El gol. El grito primario. Vimos a Panamá, perdiendo 6-0, marcar, vimos a un panameño llamado Baloy romper a llorar. Experimentaba lo que es entrar en la historia de su país.
Permitan que dedique un minuto a un delincuente fallido y a una momia. Empecemos por ese hombre que se salvó de milagro del crimen organizado, del presidio, de la violencia, de la desesperación. Hablamos de Quaresma, una mara hecha jugador. Qué golazo el suyo. Qué barbaridad. Tiene 34 años y así enchufa. Y hablemos también de El-Hadary ese portero egipcio que a los 45 (CUARENTA Y CINCO) años, jugó en un Mundial y paró un penalti. Amigos, nunca es tarde: en nuestros sueños locos de futbolero nos vemos llegando a tiempo para el de 2022.
Destaquemos también el absentismo laboral masivo en la cara del patrón que se ha extendido por el planeta. La productividad se ha ido a la mierda, pero deberían ver las sonrisas con las que entramos a la oficina. El Occidente en que creemos.
Permitan, a los etnocentristas declarados, que saquemos pecho de la purga de esta primera fase. Solo cuatro de los 16 eliminados son europeos, teniendo en cuenta que uno fue Alemania, y otro Islandia. A cambio, han pasado diez. Lógico que sea así en el continente que inventó las grandes guerras.
Por último, déjenme volcarme ya en la ingesta de argentinidad evocando lo mejor que uno ha vivido en este Mundial. El control que no le habíamos visto a nadie, la caricia de Dios.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
One Comment
You must be logged in to post a comment Login