FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
San Pedro: sobre sus hombros había que edificar una Iglesia, así, en mayúsculas, pobre tío. Pensemos en el amigo Pedro: ser voluble y algo cobarde, pulsiones traidoras, sin duda higiene precaria, rostro moreno, ojos oscuros, pelo abundante, le imaginamos espantando alguna mosca. Bonito marrón tenía el hombre, qué seguro su fracaso, así nos vemos.
Distinto habría sido todo con un San Pedro con rostro de Macaulay (de Macaulay si no se hubiera metido todo siempre), bien alimentado, mucha proteína, abundantes calorías en la dieta con vivificante mantequilla hasta en la Coca-Cola, generosos cuádriceps, sonrisa de Excel y salutíferas y tempraneras costumbres centroeuropeas. Ese otro San Pedro, sobre el que uno levantaría una iglesia o un negocio de escorts masculinos, empieza a parecerse ya más a nuestro chaval.
Frenkie De Jong: son cuatro sílabas que deberíamos pronunciar con menos arrogancia, atendiendo al hecho de que el nombre no hace la cosa y que del canto de un duro no responde por Paco de Juan. Pues bien, he aquí el apóstol sobre el que habremos de edificar nuestro imperio. Horas y horas de Youtube nos han convencido de que el tío tiene menos gol que Iniesta y la misma facilidad para dar el último pase que Ter Stegen. Indetectable en las repeticiones de los goles, su huella hay que encontrarla mucho antes del desenlace. De Jong decide cuando el ojo poco entrenado dormita. De Jong desequilibra donde el realizador ni siquiera soñaría que está asistiendo a la clave que resuelve el laberinto hacia el gol.
¿Y cuál es su oscura nigromancia? La pared, amigos. Nada más simple, nada menos glorioso. La simple y maravillosa pared: todos recordamos cuándo hicimos la primera, momento decisivo que define la mayoría de edad del niño que juega a fútbol. La pared de De Jong es una pared muy perfeccionada, con un pase que es un latigazo certero y una arrancada furiosa que da verdadero pavor. Cuando ves a De Jong recuerdas aquella mierda: «No mires el balón, sigue al tío, o se acabó». Pero como la cosa ocurre a 50 metros de la portería rival, son muchos los que caen en la trampa y siguen con la mirada la trayectoria del pase, permiten una superioridad numérica y, diez segundos después, gol.
Para entender tanto talento en un tío tan joven uno piensa que se crió en un rondo. No en uno normal: en esos con dos tíos dentro donde se trata de filtrar pases entre ellos, operación de alto riesgo sólo apta para fenómenos. De Jong cautiva porque es un centrocampista puro, ni media punta, ni mierdas raras, seguramente firmará unos números de cara a puerta dignos de Iván Iglesias. Pero es un tío que evoca ese término religioso: fundamentos. La suya es una técnica depurada no en lo virtuoso, sino en la sabiduría, y uno no puede sino acordarse de los dos más grandes que hemos visto, Xavi y Messi, dios mío, rubiales, cómo te necesitaba La Bestia Parda.
Amigos, San Pedro es rubio y el hacedor de pareces cabalga entre nosotros. Ya podemos volver a erigir nuestra Iglesia.
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