FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Barcelona es una ciudad muy pequeña, tanto, que se tarda muy poco en saber cuándo uno va con los buenos y cuándo con los malos. Por razones que no vienen al caso hace unos meses charlamos con Emili Rousaud, y hablamos de fútbol, del Barça, de Valverde, de Arturo Vidal, de Liverpool.
Él ya estaba oficiosamente ungido como candidato continuista de la junta, así que un pequeño acantilado nos separaba -habría que añadir que el hombre tuvo los arrestos de defender a la mara salvatrucha- y surgió el tema de la carrera electoral que él quería disputar y de los dramas que ello iba sin duda a conllevarle. Rousaud, empresario del sector energético que se abrió un hueco al margen de los monstruos del oligopolio más opaco de las Españas, respondió con mirada asombrada.
-Yo es que no tengo nada que ocultar…
En este momento, obtuvo por único salvavidas un largo supersilencio made in José Montilla y se vio obligado a seguir hablando.
-…Es que nada de nada. Siempre he pagado todos mis impuestos, no he querido saber historias raras de nada. Hubo un año, me acuerdo, que pagué más impuestos que dinero pensaba ganar en toda mi vida.
Hubo en esa conversación mucha candidez -asombrosa y muy flipante candidez- y hubo también el reflejo de la determinación y el vigor de alguien que quiere correr un maratón y lleva diez metros recorridos. Nunca pensó uno que estuviera hablando de un directivo capaz de tumbar el roñoso régimen del tardonuñismo, de adelantar elecciones con una cascada de dimisiones, de levantar, al fin, las alfombras. En su mandíbula de depredador de rinocerontes no hallamos indicio alguno de que podíamos estar ante el directivo que fuera a hacer un «vostès tenen un problema i aquest problema es diu 3%» en can Aristides Mallol.
A veces corremos el riesgo de no saber distinguir a un héroe por accidente cuando le encontramos sin capa ni antifaz y haciendo llamadas al cole de la niña para que la dejen salir antes para llegar al dentista. A veces, y esto es culpa del mundo, de este Barça, y también nuestra, hacemos de menos a los cándidos.
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