FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Otro niño con maneras de mito ha aparecido arrebujado en una manta dentro de un cesto en Aristides Maillol. No gritaba, no lloraba, lo miraba todo, pañal limpio. «Es un milagro», dirán las matronas de La Masia. Catalunya, superpotencia del relato cursi, no ha podido evitar que sea hijo del carpintero de un pueblo; no hace falta explicitar que el Espíritu Santo ha mediado en todo este asunto.
El caso es que desde su llegada parece que la salida de balón se trabaja, que Lewandowski sabe girar en campo propio, que los medios se colocan donde deben, que el Barça no es un muñeco de trapo sino una tripulación almogàver a punto para practicar la violencia. En su supersónica irrupción se ha conocido con Morata, Osimhen, Mbappé, los Williams. Ninguno quedó contento con la experiencia.
De la manita de Cubarsí, 1’84 metros la criatura, qui sap si creixerà més, feu-li l’entrepà més gros, per l’amor de cristo, el Barça ha sobrevivido al primer partido a domicilio en eliminatoria de Champions digna de ese nombre en muchos años. Aún queda hora y media de vértigo ante el infecto PSG, pero el Barça ha olido, al fin, unas semis de la mayor competición del mundo, cosa que desde 2019 había sido trola gorda y reto imposible. Será difícil, un sufrir, pero mucho mejor con el niño de 17 años que ha jubilado a media plantilla. Todo en él pinta a maravilla, a genio, a milagro y a destino, empezando por sus pisaditas de niño en el parque para atraer delanteros, té, vine, vine, un segundo antes de colarla a su espalda a 30 metros.
Y justamente por eso es el momento de no cagarla, de no hacer la tropelía, de no reincidir en las mierdas de siempre.
Desde este rinconcito imploramos a los artífices de El Petitó o de La Pulga (a quienes maldecimos y deseamos milenaria reclusión en Alcatraz), de El noi de Santpedor, de El Flaco, de Gusiluz o de Pelopo, que cierren sus hediondas bocas, que callen, que piensen un minuto, que dejen el asunto a gente mejor. Esto será historia del club y debería tener un nombre a la altura. Que le casquen El Bisturí, L’Enclusa, El Cíclope, La Brúixola. Que el nombre apele a su talento único para sacarla jugada y decir en las jugadas de riesgo que esto es el Barça, que glose su imponente precocidad, que tremoli l’enemic, collons.
En este rincón, recién completado el revisionado de la final de Wembley 92, completada la absoluta reconciciliación y abrazo con Koeman, partiremos de aquí; Koebarsí és nat, glòria a Déu Nostrosenyor.
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