No me digan que han olvidado a aquel portero de aspecto agitanado, a aquel Camarón de la portería. Hagan memoria: es urgente y vital tenerla bien fresca ahora que vuelve la quinta columna nuñista. Más que nunca es preciso recordar cuánto sabían de fútbol los Van Gaals, los Serra Ferrers, los Rexachs del gaspartismo que ahora asoma de nuevo.
A Richard Dutruel lo fichó Van Gaal en el año 2000 procedente del Celta, aunque a su llegada era el demócrata Serra Ferrer quien llevaba el equipo. Difícilmente a alguien se le pueda aplicar la palabra «traidor» con más justicia que a este guardameta. El hombre fue titular a penas dos meses; a finales de octubre ya había caído en desgracia. Pero en ese tiempo, logró hundir las aspiraciones de un equipo que nada podía hacer en Liga y que lo apostaba todo a la Champions. Dutruel mediante, el Barça sufrió la humillación de no superar la fase de grupos.
Aquel Barça tenía como gran estrella a Rivaldo. La temporada anterior había ganado el Balón de Oro, era un milagrero profesional en tiempos de tinieblas. Le acompañaban Kluivert, Luis Enrique o Cocu en un equipo donde asomaban Xavi y Puyol. Pero en aquella banda robaba gente como Alfonso, De la Peña, Petit, Gabri o Sergi. Lógicamente, el Barça palmó 3-0 contra el Besiktas, en una noche en que el tercer gol de los turcos basta para comprender en qué nos convirtió Gaspart. Perdimos también 0-2 en el Camp Nou ante el Milan. El Barça, que había goleado en la primera jornada al Leeds, se lo iba a jugar todo en San Siro y Elland Road.
Dutruel desplegó ahí toda su capacidad destructiva. En un día en que Rivaldo demostró que era el jugador más decisivo del planeta con tres goles, Dutruel se encargó de elevar a Albertini a la categoría de crack. Le regaló este gol, luego éste y también estuvo formidable en el de José Mari. El Barça llegó a Inglaterra a jugárselo todo a vida o muerte, pero otra gesta de Rivaldo quedó cauterizada por el maldito Dutruel. El brasileño se marchó de la competición con seis inútiles goles en seis partidos.
Tras comerse el gol de Bowyer, Dutruel cayó en la suplencia. Se marchó del club con sólo 15 partidos en dos temporadas, dejando la impronta de uno de los peores porteros de la historia del Barça. Rivaldo no le mató. Nos quedan estas líneas.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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