A estas alturas de nuestro prolongado y tórrido idilio con el Barça de Guardiola hay algo que tenemos la obligación de asumir. Jugador por jugador, este equipo es el mejor de la historia del club, así lo muestra sus nombres y sus títulos. Sin embargo, la competición es un campo de batalla donde entran en juego factores más complejos que el hecho de que Messi sea mejor que Miku o Xavi que Sarabia. En fútbol, todo comienza por el hambre, y nadie debería engañarse sobre el efecto que han tenido 14 títulos en cuatro temporadas.
Les hablaré del hambre. El hambre es Arbeloa, un martes cualquiera, en Valdebebas. Se cruza con Pardeza y lo ve tenso, crispado. ‘Hay que ganar, hay que ganar o nos matarán a todos’, le dice. El hambre es Ronaldo, un viernes cualquiera, cuando se encuentra a su tembloroso presidente. ‘¡Qué pasa fenómeno! Vamos a ganar, ¿verdad? Hay que ganar. Por favor. Por favor. Por favor’. El hambre es un susurro de Khedira a Özil un día cualquiera. ‘O ganamos algo importante o queman el Bernabéu con nosotros dentro’.
Ese mismo martes, aparece Mascherano por la Ciutat Esportiva Joan Gamper y se cruza con un relajado Zubizarreta, que le hace una carantoña. ‘¿Cómo estás, qué tal la familia?’. Ese mismo día, Messi se cruza en el aparcamiento con Núñez 2.0. Éste se deshace en sonrisas y le habla con cariño. ‘Monstruo, ¿cómo estás? ¡A ver si mañana metes uno de vaselina, que hace mucho que no metes ninguno así!’. Y aquel día, Maxwell y Thiago charlan en un rincón del vestuario. ‘¿Tú crees que hará frío en Getafe? Qué coñazo, qué mierda de campo!’
Las diferencias son notables y dan ventaja a La Banda. Pero la Liga no está perdida, ni ahora ni con una derrota en el Bernabéu. Los Quincazos tendrán su bajón en invierno, su preparación física es muy distinta a la del Barça, ya se prepararon ya para ganar la Supercopa y marcar distancias en la primera mitad de temporada. A pesar del atracón de títulos, uno piensa que este Barça es muy superior al del año pasado. Que Guardiola sabrá, a base de suplencias, recuperar a los aburguesados como Piqué. Que comprenderá que Villa es hoy por hoy una calamidad que nos puede costar el título y le sentará.
Al Barça le costará contra los equipos sin nombre, pero en cuanto se vea acorralado, sacará lo que lleva adentro. Y llegado ese día, no hará prisioneros.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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