Se quejaba Bunbury que «para siempre» le parece «mucho tiempo». Nunca me intimidaron sus palabras. Servidor, de natural sencillo, opina que algunas cosas no deberían cambiar ni ahora ni dentro de 100 años. Que hay asuntos en los que vale la pena ser tozudo por más que pasen los años, las modas, las décadas y las penas. En esta semana de fiestas apocalíticas y fuegos artificiales y vacaciones y amigos que uno se llevaría a cualquier partido y «awww!», a este cavernícola se le antoja escribir un endecálogo.
1. ¿Qué es eso de que uno debe dejar el fútbol cuando sienta que hace el ridículo? ¡Venga hombre, si el sagaz Barjuan jugó 13 años en Primera! Jugar a fútbol hasta que no sea capaz de tenerme en pie. Y según cómo, continuar un poco más.
2. Harto de gente que monta cenas en restaurantes cuando juega el Barça. No, mire, usted y yo somos distintos, cómase a su abuela, mejor, que me piro al bar, que hay tele, a tomarme unas birras con mi Diego. Respetar los días de guardar.
3. Ir a Canaletes para verse rodeado de gente insólita comporta sentirse a) Un anciano, b) Un sabio ilustre como Punset, c) Una persona viva y feliz. Por tanto, peregrinar a Canaletes con cada título o humillación gloriosa a La Banda.
4. Hay ciertos escalofríos que uno no olvidará en la vida, pero conviene ser consciente de que los milagros existen y sienten predilección por el azulgrana. Visionar cada dos o tres semanas la chilena de Rivaldo al Valencia y el pepino de Iniesta a Cech (con Alfredo Martínez a todo trapo).
5. Los artistas son débiles, inconstantes, frágiles. Pero nos recuerdan todo lo grande que hay en el ser humano; muchas veces a costa de su obra se pierden como personas. Amar a Ronaldinho y a los de su estirpe por encima de todas las cosas.
6. El pragmatismo, ese gran coñazo. El miedo, ese enemigo de lo seres humanos. Driblar como último defensa cuando así se me antoje.
7. La Banda, hay que admitirlo, merece el mayor de los respetos que se debe al gran rival: el del insulto eterno. Injuriar y vejar a La Banda, a todas las Bandas a lo largo de los lustros, como si nunca hubieran de dejar de ser esta Banda repugnante de los portugueses y del Tito Flo.
8. Nunca llegué a la suela del zapato de Romário, jamás me pareceré en lo más mínimo a Messi. Pero la gracia de este juego está en autoengañarse. Intentar esos caños, esos eslalon y esas vaselinas que nunca salen.
9. Qué éxito incomparable, qué bonito cuando un compañero cree que se la vas a dar y sigue la jugada, tira el desmarque, esprinta movido por la fe. Pasarla siempre que sea humanamente posible. Pasarla también cuando no lo sea.
10. El fútbol pertenece a la calle, no a los que se lucran con él. Denunciar a los usurpadores, allí donde se escondan, desde la tribuna que sea necesario.
11. Nada más bonito y más simple que una pelota rodando en la calle, botando en la plaza, golpeando una pared. Mirarlas con deseo y con la boca abierta y el corazón sobrecogido; en ellas está la felicidad.
Y que esto sea así por mucho tiempo, que traducido al idioma de la gente sencilla, quiere decir para siempre. Que lo que el blog ha unido, que no lo separe el hombre.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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