A falta de rivales en la Meseta, fue revigorizante el partido de ayer. «Sufristeis como perros», apunta un perico criptomerengue amigo de esta Caverna. Tiene razón, y mucho mejor así. Sufrió el Barça para sacar el balón, para quitárselo al rival, para dar cuatro pases seguidos. Sufrió ante la afición más odiosa de España, especialmente volcada cuando los vecinos del norte llegan a esos lares.
Al Valencia le falta presupuesto, que en fútbol no es sino un nueve y un diez, pero le sobra entrenador, le sobra plantilla, le sobra agresividad. Se comportaron como un equipazo durante los 90 eternos minutos: cuando Soldado le dijo a Busquets que se cagaba en su puta madre, cuando Guaita se quedó sentado dando gracias a los cielos por la vaselina fallada por Messi, cuando Il bello Pablo Hernández rozó el gol, cuando Ever le ganó dos o tres batallas consecutivas a Xavi e Iniesta. El placer de vencerles habría sido completo si hubiera jugado el gran David Navarro.
Hay que agradecerles que nos hayan recordado que el fútbol es, en esencia, una experiencia sadomasoquista. Seguro que al Barça le sienta maravillosamente esta sesión en el potro de torturas una semana antes de jugarse la vida ante el Arsenal, sobre todo porque, después de de sobrevivir a Mestalla, la Liga es azulgrana, y nadie se conforma con ella.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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