Cavernícola

El encuentro

10 noviembre , 2010

 

 
 
Si no me he perdido en mi genealogía, creo recordar que la Casa Fuster acogió a principios de siglo XX el taller de un bisabuelo. Hoy alberga uno de los hoteles más extraordinarios de Barcelona, con un salón modernista de los de 6,50 euros una Coca-Cola.
 
 
Fue ahí, mientras escuchaba al antiguo príncipe y futuro presidente de este país, donde ayer me encontré de forma fortuita a Guardiola. El mismo gesto despierto que luce en los partidos, la misma mirada penetrante, idéntica presencia feroz. Antes de tomar asiento, eligió una silla desde donde controlaba todo el local y desde donde podía controlar a las cámaras y periodistas que pululaban a escasos quince metros.
 
Sin ángulo de visión y algo intimidado, no me fijé en qué tomaba. Sí en su larga conversación telefónica, que me fue imposible oír, aunque me desbocó la imaginación:
 
-A Mourinho le metemos cinco aquí y cinco allí y listos.
-Veo a Piqué algo flojo. Necesito el teléfono de Shakira ya.
-¿Qué hace Leo? ¿Le habéis llevado esas Natillas que le gustan? Ojo que tenía callos en la mano de la Play, compradle otro mando.
-¿Pastore? ¿Afe- qué? No me jodas, me cago en la puta. Va hombre va, si Tiago y Jonathan están que la rompen.
 
En efecto, fue un encuentro tranquilizador.

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