Muy acertadamente se refiere hoy Sport a las pedradas: a saber, los golazos que enchufa este asesino de bolsillo llamado Pedro. Todo el año le hemos racaneando su momento de gloria en este foro, a pesar de sus goles decisivos en la Supercopa de Europa, el Mundial de Clubes, su chicharro al Inter o o el más reciente en el Bernabéu. El de ayer fue ya el colmo.
Sólo un par de apuntes me voy a permitir sobre este chaval sencillo adicto a las grandes citas: el primero, que el responsable de la cantera, José Ramón Alexanko, quiso echarle al llegar Guardiola al Barça B. «Juega mejor en los entrenamientos que en los partidos», escribió, recomendando a Pep que no contara con él en Tercera. Este Giuly remastered es ante todo artiste del desmarque y el remate entendido desde el puro instinto, cuyos problemas empiezan cuando tiene tiempo para pensar. Por eso pocas veces se complica (obra de arte a los 35″) y por eso sufre lejos del área.
Ya conocen la historia. Sus regates, su cambio de ritmo y su predisposición para la presión le han convertido en titular por delante de Bojan, el favorito de la grada. En esa tarea le ha ayudado, claro, el annus horribilis de Iniesta y la huelga de brazos caídos de Henry.
Un último apunte: si Villoro defendía que el hambre social es una formidable arma futbolística, con Pedro tenemos una mina. Creció con un padre que le repetía que estudiara si no quería dedicarse a «cargar piedras» como le había tocado hacer a él. Creció en una zona humilde de Abades, Tenerife, junto a sus hermanos, Jonathan y Jéssica, y sus amigos, Domingo Yeray y Pancho.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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