Quizá Miquel Tomàs, un pagès de Anglesola (Lleida) es aficionado al fútbol. Quién sabe si se va a dormir con una sonrisa en la boca en las noches en que el Barça machaca a un rival. Hasta puede que sea un fan empedernido de Messi, Eto’o y Henry.
Esta semana, sin embargo, ha sufrido en sus carnes lo que han sufrido este año gentes como los valencianistas, atléticos o sevillistas: una masacre. Resulta que el señor Tomàs tiene un rebaño de ovejas. O más bien tenía: en la última semana, tres perros salvajes que pululaban por la zona del Alt Urgell han devorado en una sola semana más de 100 de sus ovejas. Muchos animales murieron desangrados por mordeduras en la yugular. Otro montón murieron ahogados en un río cercano al que se arrojaron presas del pánico. Los tres perros -dos de una misma raza, el tercero de otra- eran asesinos natos. Ataques como éste ocurren cada año, pero las autoridades afirman que nunca habían sido tan sangrientos.
Cuando el mes de mayo asoma y llega la hora de las auténticas pasiones, es bueno recordar que el tridente ofensivo del Barça suma este año 85 goles y 33 asistencias. Un registro bestial que convierte a las defensas y porteros rivales en tiernas ovejas despavoridas. También es bueno saber que el bueno de Miquel Tomàs, siguió un reguero de sangre y cadáveres y encontró a los perros in fraganti el pasado día 14. Llamó a los Mossos, y acudieron tres patrullas de policías.
Acorralaron a los perros, que lejos de acobardarse, atacaron a los agentes. Fue su última decisión antes de caer abatidos. Llegan el Getafe, el Chelsea, el Madrid y el Sum Sum Korda. Mejor afrontar estos partidos con tres depredadores como los que tiene el Barça; pero siempre recordando que nunca sabes cuál será tu última oveja.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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