Si hay una sola línea que en pleno desastre permita concebir esperanzas en el futuro, ésa es la medular. Los que siguen son jugadores de primer nivel, serían indiscutibles en cualquier equipo del mundo -y por supuesto en la Banda de Bernardo, que no olvidemos, es la referencia y, puaj, el equipo a batir- y por edad y compromiso siguen hambrientos.
Sin embargo, hay que reconocer que El Profeta acertó una y otra vez este año cuando señaló que el ritmo de balón no era rápido y que había excesivas pérdidas, y que el célebre juego de posesión no funcionó. El fútbol es muy justo con los centrocampistas: cuando su equipo gana, es gracias a ellos, pero cuando pierden es por su culpa, por su culpa, por su grandísima culpa.
Que jugadorazos del nivel de Xavi o Iniesta hayan jugado todo el año sin poder evitar el derrumbe es preocupante. El año próximo, que parece no querer llegar nunca, tienen mucho que demostrar y hay que ver si este equipo puede subsistir al adiós de Deco. Éstas son sus notas:
Touré. Pletórico. 8
Probablemente el mejor fichaje que hará jamás el txikicruyffismo. Impresionante su manera de cubrir campo, su capacidad para jugar al primer toque, la sencillez de todo lo que hace y su compromiso con un equipo decadente.
Xavi. Consagrado. 8
Su fútbol es para paladares elevados y en sus célebres cargolades esconde la receta secreta del juego azulgrana, pero comenzó el año con durísimas críticas a la poca profundidad de su juego. Tras una edificante dosis de banquillo, volvió para dar su mejor nivel desde que llegó al Camp Nou, con goles, fe, espíritu y compromiso. Bate su récord goleador con nueve goles, tres menos que los que marcó el mejor Deco cuando era aspirante al Balón de Oro. Le queda la asignatura pendiente de aprender a defender y a silenciar a gritos a un vestuario. Pero se le perdona todo: hasta en eso se retrata como culé.
Iniesta. Alicaído. 6
A alguien de su nivel, al que será heredero de Luis Suárez como Balón de Oro español, se le tiene que pedir mucho más. Empezó el curso de forma arrolladora, demostrando que el mejor driblador del equipo, muerto Ronaldinho y dejando de lado a Messi, es él. Lideraba clasificaciones como la de faltas recibidas, la de regates hechos, etcétera, pero cayó presa del Virus Barça’08: el mal de amores. Ha completado una segunda vuelta floja, con muchos cambios de posición -pivote, extremo, volante- y pocos esláloms y asistencias. Con el adiós de Deco podrá exigir la batuta y demostrar si en estos tres años ha aprendido el sentido del tempo del portugués.
Deco. Ausente. 4
En este foro no se discutirá jamás que Deco es el mejor centrocampista del mundo. Sí se hablará de su rendimiento y de que ha estado sobre el césped menos minutos que ese horror llamado Thuram y que el disortado Giovani. Su vida privada es tal desastre, tal compendio de calamidades y desgracias, que es fácil de entender que se hundiera a pesar de comenzar bien el año. Contra el Manchester demostró que nadie en el mundo crea y destruye tanto como él, y que nadie como él sabe qué ritmo le conviene a un partido. Pero su exhibición llega tarde: debe abandonar Castelldefels y ver si su vida se ordena en otro país.
Gudjohnsen. Esforzado. 4
Llegó al club por un oscuro asunto de Rijkaard para, recordemos, suplir a Larsson y demostrar que era mejor que Forlán. Al medir las dimensiones de su cintura y ver su implosivo sprint corto, se vio que la única solución era ponerle de centrocampista. Se ha aprovechado de la preocupante falta de efectivos en esta zona del campo para tener muchos minutos, en los que ha demostrado tener calidad y orgullo profesional. Entrenaba fortísimo y se ganó a pulso sus minutos. Pero sí, es lento, y un jugador de fútbol lento es como un guitarrista sin dedos. El club de la caipirinha le recordará como el rubio guasón que bebía el vino directamente de la botella. Feliz retorno a la fría Inglaterra.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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