FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Convendrán que la semana en que acometemos la noble misión de ajusticiar a La Banda y al Espanyol debería ser una semana de testosterona, proclamas guerreras y exaltación barcelonista. Pero somos un pueblo abúlico y nuestro ya de por sí escaso espíritu guerrero se diluye cada vez que comprobamos que nuestra antigua trituradora de ejércitos se ha convertido en un abuelo renqueante.
Es bueno asumirlo cuanto antes. Desde 2009, cuando eclosionó el mejor fútbol que jamás hemos visto, éste ha sido el equipo de Xavi, y Xavi cumple 34 añitos en enero. El Camp Nou ya no es lo que era. El entusiasmo aventurero de las grandes gestas ya no asoma por ningún lado. Si quieren disfrutar de unos aires primaverales, de un vértigo colectivo, vean algún día a la Roma. Si quieren admirarse de la madurez de un grupo que se sabe invencible, vean a este imponente Atlético de Madrid, que tiene su gran oportunidad para volver a ganar Ligas. Y si quieren vibrar con la osadía de un conjunto que se siente llamado a hacer historia, ahí está el Bayern, que cabalga con furia a por su segunda Champions consecutiva. Todo eso era antes el Barça.
¿Y qué nos queda? Nos queda un equipo que algunos días, cuando los astros se alinean y muchos pares de piernas estás sueltos simultáneamente, cuando por alguna extraña razón a los jugadores les asalta una nostalgia colectiva y un orgullo de lo que han sido, aún da recitales únicos en el planeta. Nos queda también disfrutar de La Bestia Parda, el futbolista, que puede regalarnos en cada partido el momento de nuestra vida -siempre que olvide, por un momento, que en unos meses llegará a Brasil para afrontar la tarea de su vida-.
Y nos queda soñar que en primavera, al regreso de la Champions, este conjunto hendido por el rayo y en su mitad podrido será capaz de tumbar a cualquiera con esta alineación nuestra, que en la PlayStation sigue siendo la mejor del planeta, porque con nosotros están Valdés, Busquets, Iniesta y Neymar. Como un viejo espadachín en decadencia, este Barça aún tiene movimientos reflejos que pueden resultar mortales. Algunos de sus golpes siguen siendo únicos en el mundo y un filo oxidado, no lo comprueben en sus casas con el cuchillo del pan, sigue siendo cosa seria.
Recemos, pues, para que este viejo campeón pueda elegir el día exacto en que se producirán sus últimas proezas. Recemos, de entrada, para que el color blanquiazul de una camiseta les devuelva a esa gloriosa juventud de triunfo y sangre.
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