FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
A lo largo de los años hay algunas cosas que hemos llegado a entender sobre la figura del directivo barcelonista. También hay dudas que permanecen. Una de las que más desvelos causa es la siguiente: ¿A esta gente le gusta el fútbol? Entiéndanme bien. No nos referimos aquí al fútbol como consumo de canapés, ni al ejercicio de telefonear a periodistas como si fueran mayordomos. Hablamos del cosquilleo de ver una pelota, de dar toquecitos, de chutar a una portería vacía, de ponerse un peto húmedo, de jugar bajo la lluvia.
Esta semana Javier Faus nos han dado algo de luz a este respecto. El vicepresidente económico del club hizo unas declaraciones en que cuestionaba la necesidad de renovar a Messi, aduciendo que ya se le mejoró el contrato hace seis meses. Su razonamiento no tiene nada de malo y de hecho habría que agradecer a los mandatarios que no tengan una Doña Cecilia tatuada en la espalda. El problema radica en que lo dijo en público -incomodando al entorno del futbolista, cuando para eso ya está la Fiscalía- y en que lo hizo con un desdén mayúsculo. Por si Faus lo ignora -no se puede dar todo por sabido- Messi es el de los cuatro Balones de Oro, tres Champions y dos Mundialitos de clubes, el que será muy pronto y con sólo 26 años el máximo goleador de la historia de este club centenario; para algunos el mejor futbolista de siempre, para otros sólo alguien que les alargó la vida. En el planeta fútbol, sólo Mourinho y sus macarras hablan del diez azulgrana sin el debido respeto. A ellos se ha sumado el vicepresidente, que siseó el nombre de Messi como si hablara de Karanka, Tamudo o Duckadam.
Ignoramos cuáles son las aficiones de Faus, pero muchos apostaríamos un Hotel Vela a que no siente la menor emoción cuando ve al argentino dejar atrás rivales. Seamos justos, a cada quien le gusta lo que le gusta, los hay que gozan más del alegre trote de los jamelgos del Club de Polo o de una buena aria en el Liceu: es un país libre. Pero sí habría que recordarle a Faus que en esto del fútbol la ley sagrada de un vestuario es que el número uno cobra más que el dos y que no fue Messi, desde luego, quien decidió que 40 millones del fichaje de Neymar acabaran en paradero desconocido. Entra dentro de la normalidad, pues, que La Bestia Parda desconfíe y exija que se le resitúe donde le corresponde en la escala salarial.
También vale la pena apuntar que ciertos medios han debatido precisamente esta semana sobre la conveniencia de renovar a Messi y han presentado asombrosos infográficos en los que la venta del diez pagaba un tercio del nuevo Camp Nou, proyecto urbanístico que jamás un socio ha reclamado y que -¿por qué será?- una directiva tras otra pone sobre la mesa. Todo ello abre dudas. Sería bueno que la junta explicara qué beneficio obtiene el club molestando a su mejor jugador, si beneficia a la entidad que el mejor futbolista del planeta se largue, si les parece bien el acoso mediático a Messi y si todo ello guarda alguna relación con el proyecto de reforma del Estadi. Para zanjar este feo asunto, también convendría que alguien que haya gritado alguna vez un gol le explique a Faus y al resto de la tropa que dentro de 100 años seguiremos hablando de Messi con veneración y lágrimas en los ojos, que Messi es infinitamente más importante que cualquier directivo que haya pisado esta casa, que no nos imaginamos un mundo sin él. Y podría añadirse que todo aquel a quien haya que explicarle esto es o bien un perfecto analfabeto futbolístico o bien alguien que acaba de desenfundar la calculadora.
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