FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Hay futbolistas que viven peleados con los números, como Andrés Iniesta, que incluso en los tiempos en que era justo aspirante al Balón de Oro marcaba poquísimos goles que regaba con un buen puñado de asistencias. Por el contrario, otros viven un idilio permanente con las matemáticas. Sí, asómbrense, amigos, porque hablaremos aquí de Sex.
Con él en el campo, el Barça se parece más al West Ham que a sí mismo, pero lo cierto es que los números de Sex son enormes. Lleva dos años consecutivos siendo el segundo jugador del equipo que participa en más tantos, contando goles y asistencias. De hecho, a día de hoy, y tras el partido en Cartagena, la calculadora confirma el sacrilegio: Sex está por encima de Messi, que paga sus múltiples lesiones y abandona el trono por primera vez desde la 2007-08, cuando Henry, otro genio del maquillaje estadístico, le superó.
Pero no teman, que no será en este rincón donde lean homenajes al hombre que abandonó el Barça para volver por 40 millones de euros. Junto a su correteo demente sobre el campo -que debe asombrar a chavales como Sergi Samper-, Sex se ha caracterizado en sus dos años anteriores por cuajar buenas primeras partes de la temporada y por desaparecer en las segundas. Vean, si no: en su primer año de azulgrana, Sex se plantó en el ecuador de la temporada con 14 goles y nueve asistencias; para acabar sumando en el segundo tramo de la campaña sólo un golito y nueve asistencias más. En su segunda temporada, su rendimiento volvió a caer un 50% en la mitad decisiva de la competición, bajando de 18 a 10. Este año suma ya 7 goles y 12 asistencias -por 14 y 4 de La Bestia Parda-. En alguien con tan poco fútbol y tanta pólvora, está caída de productividad es particularmente escandalosa. De sus segundas partes de temporada no nos hablaron sólo los números, sino también el nivel indigno que mostró durante largos meses. A muchos nos hizo pensar que con la llegada del frío había optado por hibernar y esperar tiempos mejores.
Conforme caen los termómetros, en este rincón no podemos dejar de temer que en enero, febrero, marzo, abril y mayo su rendimiento vuelva a hundirse. No por los números, no por su historial, no por sus amistades en el vestuario. Se adivina tan sólo por la actitud plantígrada que, según cuentan, muestra en cada entrenamiento a lo largo de cualquiera de las cuatro estaciones. Ojalá nos equivoquemos, ojalá el extraño caso del hombre oso se convierta en un lejano recuerdo del pasado.
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