FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
-Fíchame un Deco.
Miles de entrenadores lo han dicho antes. Y seguro que alguien lo diría la pasada primavera.
A Deco le llamaban así por decozinho, o tartamudo, y de sus tiempos de fuera de serie en el Barça se recuerdan de él que sus murmullos en las ruedas de prensa escondían auténticos hachazos. Rakitic, por el contrario, tiene la facilidad para los idiomas de los balcánicos y hasta le ha copiado el acento a su mujer andaluza, pero de momento mantiene un perfil bajo ante la prensa. De Deco se contaban leyendas alucinantes sobre la tierna edad en que decidió ponerse a procrear. Rakitic también es padre pero no se le atribuyen proezas preadolescentes. Deco llegó a gastarse 200.000 euros en unas sandalias para reconciliarse con una de las mujeres que conformaban su convulso panorama sentimental allá en Gavà; a Rakitic le tenemos aún por un chico ordenado y de costumbres aburridas y dignas de la Dreta del Eixample. Deco protagoniza alguna de las leyendas urbanas más hardcore que durante años han corrido por la ciudad a causa de sus cuitas junto a Motta; a Rakitic también se le reprocha una frase en que habría comparado a los homosexuales con negros, gordos o los enanos (asombroso combo) para acabar protagonizando esta imagen.
Resulta imposible no recordar al maravilloso 20 del renacer del Barça viendo ahora al hombre que ha vuelto a sudar el dorsal 4. Deco jugaba tan, pero tan bien, que Rijkaard le perdonaba su imprecisión y le prefería a Xavi e Iniesta, pese al rencor de éstos. Deco corría, mordía y chutaba de lejos. Rakitic hace todo eso y lo hace también con maneras de superclase. Y comparte rivalidades con su predecesor: Rakitic fue el primer futbolista del mundo, el primero, que en un partido jugado en el Camp Nou a finales del verano pasado le dijo a Xavi “ya no eres el mejor”, y se plantó en su zona, le quitó el balón y dio un recital. Sencillamente, no recordábamos la última vez que tal cosa había ocurrido.
La presencia de Rakitic en el once tiene sentido con lo que Luis Enrique busca y con la necesidad de remover el vestuario. Si la llegada del luso vino a romper la dinámica perdedora del club, la de Rakitic viene a recordar a sus compañeros que cuando lo ganaban todo era porque jugaban cada pelota como si fuera la última. Porque a pesar de su clase infinita, hay algo de marcial en su fútbol, algo muy de Luis Enrique, de un técnico que entiende el deporte como un desafío y una guerra y apuesta por los buenos soldados. Con Rakitic -me urge mucho saber por qué pronunciación apuesta mi madre- no hablamos sólo de acompañar la jugada hasta el área pequeña propia para conjurar el peligro, ni de enseñar los tacos. Hablamos de esta capacidad defensiva, de esta astucia y de estas ganas para irse directo a donde está el follón.
El Barça necesitaba a Rakitic. Cuando el mundo no es de color rosa, cuando el rival lucha, cuando ganar cuesta una barbaridad y el fútbol es una pelea sobre el barro hay que pensar en Deco. Ya jubilado y sin duda pasado de peso, no hay duda de que cuando vea en la tele a este su apóstol rubio le vendrán ganas de disputarle un balón a muerte con un doble tackle, esa acción tan impropia de la Masia como imprescindible en las trincheras del fútbol
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