FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Cuando una flor se abre, es primavera en todo el mundo. Bendito mayo, amigos, porque Cristo nos ama. En esta noche luminosa y cálida de sexo y desenfreno se nos apetece echar la vista atrás para evaluar con rigor, amor y ternura a Nuestra Querida Banda. Es el momento de echar la vista atrás y llegar al pasado verano para atisbar los albores de su imperio.
Claro, joder. Cómo no iba a comenzar un ciclo: acababan de ganarle una Copa del Rey al Tata y habían doblegado a un Atleti moribundo en el minuto 93 menos diez segundos de la final gracias a un córner. Un ciclo, claro. Con esa pantalla bonus de las supercopas y las intercontinentales. Y se venía un inicio de temporada no podía pintar mejor.
Con cojones. Aquí los Globetrotters le habían metido cuatro al potente Granada, que está en zona de descenso a falta de dos jornadas, y no dirán ustedes que no era como para lanzar las campanas al vuelo. Glo-be-tro-tters, señores. Uno imagina, ya por entonces, a Bonucci y Chiellini acojonados. Es que en serio: cómo jugaba La Banda.
Eran los tiempos, ya saben, en que el promedio del Chicharito enloquecía al Calvo del Chip, en que Isco minimizaba a Iniesta, James era mejor que Pelé y en que CR Ceja volaba hacia el Balón de Oro. Mientras, el Barça no aflojaba, aunque ya había quedado claro que los medios masacrarían a Luis Enrique a la primera. Que no tardaría en llegar.
En efecto, el campeonísimo de Europa de córners le dio un buen baño al bisoño Barça de Luis Enrique, que estaba en sus primeros pasitos y aún sirviendo una dura terapia de banquillo a Piqué para invitarle a recuperar su condición de futbolista y dudaba aún entre dar el equipo a Rakitic o mantener al envejecido Xavi. Suárez volvía justo ese día. La Banda era, no se lo pierdan, una puta referencia mundial.
En efecto, el tal Rodgers, sabio de la parra, lo flipaba muy fuerte con el Ramos Team. Pero ojo, el asombro no sólo era europeo. Alcanzó al equipo del Papa, San Lorenzo de Algo, que no pudo inevitar el memorable triunfo de La Banda en el Mundialito.
La unanimidad era plena en el planeta fútbol: aquello era una nueva era, sólo comparable a la del Santos de Pelé. La obra de Florentino y Mendes alcanzaba su culmen y llegó la cascada de esos trofeos que son los más esperados por el madridismo de bien:
Eran tiempos en que Cristiano, amparado en su impunidad mediática y la cobertura del cártel, hablaba de ser «el mejor de siempre». Él, que debería competir con Papin, Jardel o Van Basten, aspiraba a lo máximo. Cómo no iba a hacerlo, si hasta le reconocían a él y a medio clan en algún lugar de Oriente donde la peña se dedica a la caza con halcones. 2015, señores, iba a ser un sostenido clímax merengue:
Ay, amigos. Al poco Irina vio la luz y abandonó a su Barbie; se rompió Modric y comenzaron las risas. Carlo, el sobrio Carlo, no le ponía límites al 2015 y hacía bien, porque en sólo cuatro meses les ha tocado comerse un buen bocadillo de truño en tres fases: el Pateti en la Copa, la Juve en la Champions, el Barça en todo. Se lo comió, vaya si se lo comió. Y llega ahora el momento en que desde Ancelotti hasta el último mono comienzan a rezar para que no se haga público cierto dato que afecta al mastodóntico y peligroso ego del Tito Flo: para encontrar una racha como la actual, en que La Banda ha ganado sólo una de las últimas siete Ligas disputadas, hay que viajar y viajar en el tiempo hasta plantarse en los años 40 de la España de la Paz y la Ciencia.
Querida Banda, nunca fuisteis gran cosa. Un escudo todopoderoso, un ataque de orgullo de Ramos y nada más. Salvo para los pobres desgraciados del Atleti, vuestro 2014 yace ya en el más perfecto olvido. Tantos millones y tanta desvergüenza después, ahí estáis, en la nada pura, cazando córners.
Y dicho todo esto, disculpen, pero debo dejarles; es costumbre que en la noche de San Martín reine la civilización en La Caverna.
https://www.youtube.com/watch?v=qxrfRcVRKEk
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