Os haré una confidencia: el nombre de este blog surge no sólo de la primitiva condición del buen aficionado al fútbol. Desde que empecé a informar de este equipo el 8 de febrero de 2005 -la misma fecha del cumpleaños de Stoichkov, para qué lo voy a ocultar, y fecha también de la fundación de esta humilde empresa- muchas veces he pensado que los periodistas del Camp Nou hacemos poco menos que interpretar señales de humo y sombras deformes en la pared.
Certezas hay pocas, dudas, muchas, y miserias, aún más. Con el tiempo me he convencido de que la aproximación más agradecida y honesta que uno puede tener con este mundo es la del puro aficionado, y por eso esta noche de abril quiero celebrar mi adiós a las acreditaciones y mi regreso a la bufanda.
La primera amiga que hice en un medio de comunicación, que por cierto se había dedicado a cosas tan nobles como el doblaje de cine porno, me dio una vez un consejo que no he olvidado: «No te dediques a lo que más te gusta; acabarías odiándolo». Porque el becario que fui no la ha olvidado y porque creo desaforadamente en el periodismo, la primavera me ha regalado cambiar a la sección de Sociedad.
No temáis por esta caverna; aquí seguiréis encontrando mis alaridos, mis profecías y las confesiones de las antorchas infiltradas que iluminan nuestra gruta. Una última cosa os diré: esta noche la primavera ha sonreído, como lo han hecho Bojan y Eto’o. Incluso he creído ver, por un momento, la sonrisa de Milito en pleno acoso alemán, encantado de ver a todos sus compañeros disponiéndose a sufrir.
Por qué ocultarlo: el niño culé que llevo dentro también sonríe, sabiendo que volverá al campo con licencia para insultar.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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