Cuentan que en los últimos meses de vida de Franco, las enfermeras del Hospital del Mar de Barcelona seguían atentamente los boletines radiofónicos para apuntar en una pizarrita todos los nuevos males que se le diagnosticaban al moribundo dictador. No lo hacían en plan Dr. House, sino por convencerse de que no se’n sortiria, por puro regodeo y también por un eficiente afán científico. La pizarrita acabó, según dicen, con una decena de inscripciones (Parkinson, infarto cerebral, tromboflebitis, etcétera).
Ocurre que el consultorio del doctor culé anda últimamente saturado con muchos pacientes y una sola pregunta: ¿Qué demonios tiene mi Barça? Y claro, la sintomatología es tan compleja que conviene recapitular.
1)Ronaldinho, Deco y Márquez, fundamentales en el Barça campeón, no juegan porque ya no pueden sacrificarse. Sin ellos en su mejor versión, está claro que el Barça es más frágil.
2)Las lesiones. Ninguno de los arriba nombrados entraría en este apartado. Pero basta decir que en la depresión onubense de anoche participaron Ezquerro y Víctor Vázquez. En la enfermería, Iniesta, Henry, Bojan o Oleguer (¿lo haría tan mal como Zambrotta?).
3)La fe. Éste es un equipo de sindioses. En las últimas cuatro visitas ligueras, han comenzado ganando y nunca se llevaron los tres puntos. El Barça es la fragilidad hecha equipo.
4)La tendencia. En el momento decisivo de la temporada, se han encadenado siete partidos de Liga con una triste y sola victoria. La goyesca cara de Puyol se ha contagiado a todo el mundo.
¿Qué nos queda, pues? Nos queda concentrar, como hacen los jugadores, todo nuestro rencor por ver a la triste banda de Bernardo líder en el Manchester United. Nos queda confiar en un prodigio llamado Messi, que probablemente no se haya lesionado antes de Sant Jordi. Y nos queda acordarnos de que este equipo está a tres partidos de entrar en la leyenda como campeón de Europa.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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