FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
De Seve algunos sólo hemos conocido su ajado palmarés (ganó cinco másters, pero el último fue el 1988; desde entonces, todo fueron decepciones) y la leyenda de sus golpes imposibles, su espíritu de artista y su convicción en el poder de la mente. Se retiró a finales de 2006 y poco después moría su compañera en un accidente; se habló de una posible depresión. El pasado año se supo que tenía un tumor cerebral y fue operado. Esta semana ha vuelto a la vida y es bueno recordar la que tuvo.
El padre de Seve fue un humilde agricultor que también ejercía de jardinero del exclusivo Real Golf de Pedreña. Su madre pasó hambre, una mujer sufrida que nunca estrenaría los vestidos que su hijo le regaló cuando estaba en la cima, por reservarlos. El futuro campeón nunca estudió el bachillerato, consumido por una pasión: «Mi sueño era ser el mejor». La historia de cómo aprendió a jugar es legendaria. Era caddie en el club de golf, pero no le dejaban jugar. Por eso, en las noches de luna llena, saltaba el muro de piedra de su casa y se iba a la playa a jugar. «El palo era de arbusto, y a veces de avellano que metía mojado dentro de mi hierro roto para que se hinchara y fijara el palo». Seve siempre ha dicho que aquellas noches de luna llena en la playa, en las que hacía sus propios agujeros en la arena, son sus mejores recuerdos de la infancia. «De ahí pasé directamente a ser profesional», explicó en una entrevista al Magazine en 2008. Acabó siendo el más grande, y siempre mantuvo el mismo lema en lo personal y lo profesional: «Si tú crees en algo, lo sientes y lo visualizas, acabas consiguiéndolo».
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