«La solución es que no se hubiera ido». Mal estamos cuando el más sensato del asunto Cesc resulta ser nuestro flamante secretario técnico, alias Cuánto me añoran en San Mamés, alias El de las manos largas (así le llamaba, visionaria, mi Santa Madre). Pues claro, por Dios. Que no se hubiera ido o que no hubiera renovado hasta 2014, que hay que tener más cabeza si lo que quería era huir de las brumas, las lluvias, el fish and chips y la imposibilidad de ganar nunca nada.
Sex tiene fama de empanado en la Selección y aquí ya explicamos cuánto nos molesta su vuelta al club a cambio de una fortuna. En primer lugar, porque nos recordaría que con la Infamia Gaspartiana de Gerard López no hemos aprendido nada. Y segundo, porque sería como asumir que los chavalines de la cantera pueden mearnos en la cabeza, que ya no nos encargaremos nosotros de decir que sí, que efectivamente está lloviendo.
Dicho lo cual, aquí va mi apuesta: el Chaval del Mojito jugará este año en el Barça, sólo que lo hará por un precio aún más demencial y con Rosell llegando a Barcelona como Guti a Estambul. A veces, el fúngol y los ritos de apareamiento veraniegos son así de previsibles. Ojalá marremos. Ojalá.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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