«With each punch, his glove did something different, as if the fist and wrist within the glove were also speaking«.
Ocurre que a su padre se le ocurrió llevarle a Barcelona. Una compleja red de representantes, como Minguella y el oscuro Fabián Soldini, le arrastraron a probarse en el Barça. No al Manchester, o al Milan, ni a la Juve, ni al Liverpool o el Bayern, ni al Arsenal o el Inter. Al Barça, donde brillaban los más grandes.
Ocurre que da ocho toques para superar a cinco rivales. Ocurre que, solo ante Casillas, opta por un disparo que nadie ha ejecutado antes: el taconazo. Roza el balón con la parte trasera del pie, en una suerte billarística, lo impacta con todo su talento para que la pelota, en el momento de mayor peligro, se mantenga a 80 centímetros ¡80! del pie de Casillas. Observen la repetición y compruébenlo.
Pero la pregunta sigue ahí: ¿Por qué? Pues porque el Madrid, sencillamente, no era una opción. Es un club donde sus referentes defienden planteamientos infames como los de Mourinho. «Cualquier manera de vencer es válida», declaró García Remón a Público. «Lo veo positivo e inteligente», añadía Martín Vázquez. «El fin justifica los medios», se despelotaba Buyo. «Si crees que eres inferior debes buscar otros argumentos», retozaba Juande Ramos. «Hizo lo que tenía que hacer aunque no guste», se ridiculizaba Alkorta. Pregúntente a CR Ceja, ayer confesó: a los grandes no les gusta jugar en equipos con mentalidad pueblerina.
La respuesta que busca el hombre que ha logrado envilecer más aún a una Banda ya infame es Messi. El que corre tanto que sale movido en las fotos. El que en el fondo de los Ultra Sur es «el monstruo hormonado». El de la mirada infantil y alucinada. El que se queda cara a cara ante el mejor portero del planeta y se la mete con la pierna mala de tacón y con rosca.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
17 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login