No hacía falta verle la cara a Belletti o conocer las andanzas nocturnas de Deco para saber que los profesionales del fútbol no son sino contrabandistas en calzón corto. Dos hermosas noticias nos recuerdan hoy esta realidad: en una esquina del ring, cuatro bollicaos del Ceuta –territorio de civilización y progreso– han sido arrestados por tráfico de drogas. ¿Piensan ustedes que los juveniles no comparten la malicia de sus congéneres profesionales? Yerran. Les conmino a ver cualquier partido del Barça juvenil, fíjense en ese animalico azulgrana llamado Dongou, o en Samper, o en Bagnack: el fútbol es el arte de competir y vencer y a estas edades, y mucho antes, los buenos ya son natural born killers.
En la esquina opuesta, un ídolo absoluto de este foro, el ex árbitro Eduardo Pérez Izquierdo. Es sabido que los trencillas tienen dos talentos naturales: conjugar armónicamente sus apellidos y soportar los insultos y la inquina social de esta España del Tito Flo, Marca y As. Por si su condición de árbitro no fuera suficiente, Pérez Izquierdo deberá convivir en adelante con el estigma de narco y ex presidiario.
Déjenme decirlo. Señores del fútbol, no trafiquen. Uno nunca sabe cómo acabará cuando combina una droga con otra. Y déjenme añadir: ¡qué hermoso es nuestro zoo!
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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