Neonuñismo

La desvergüenza

14 febrero , 2013
 

En la creencia de que la turba analfabeta es además desmemoriada, el Barça lleva una semana surrealista dedicada a la reivindicación del nuñismo. La excusa que ha encontrado Rosell para agasajar a su referente ha sido un homenaje al nacimiento de Casaus. De Casaus, sí. Como si Barcelona no fuera una ciudad minúscula, como si la gente no supiera, como si hubiéramos olvidado. O como si no tuviéramos nada mejor que hacer.

Ya en su día hablamos de las esperpénticas contorsiones de Sandruscu a la hora de elegir un hall of fame que no tenga relación alguna con el hombre que enseñó a ganar a un equipo segundón y quejumbroso, a un equipo que tenía en Rexach a su ídolo. También tratamos de explicar cómo nació la infinita inquina del nuñismo hacia Cruyff. Perdonen, pues, que nos tomemos a guasa los últimos movimientos de esta junta rencorosa.

Uno se imagina a estos simpáticos muchachos de manos callosas por el trabajo en la reunión mensual del área social, conocida entre sus integrantes como «Desmontando al holandés Innombrable». No beben, por supuesto. Peor: beben cerveza sin alcohol. Una secretaria apunta las ideas que surgen. Dan lo mejor de sí mismos, y al final quedan apuntadas las siguientes opciones:

-Un homenaje en el Camp Nou a Josep Maria Huguet, por su intachable trayectoria como barcelonista.
-Insignia de oro y brillantes a Desailly, por ese golazo en Atenas.
-Un desfile de moda sobre el césped del Estadi para conmemorar el bienio en que Johan enloqueció. Modelos: Angoy, Korneyev, Eskurza, José Mari, Sánchez Jara y Escaich.
-Creación de la Sala Gerardo para dejar constancia que jugar un fútbol horrendo molaba mucho.

El contubernio acaba cuando alguien lamenta, con rictus serio, que el equipo ya lleva muchos años sin llegar a cuartos de final de la Recopa. Breve e incómoda carcajada. Esa gente que no viene del fútbol, sino del cenagal del genuino postfranquismo barcelonés, abandona la sala con andares satisfechos. Ya sólo les falta llamar a un par de periodistas. Y a vivir, que son tres días.

 

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