FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Pocas derrotas tan absolutas ha sufrido el barcelonismo como la que cosechó el pasado domingo un equipo vestido de azul absurdo. Jugaba Messi y perdió el título con que el pueblo azulgrana -el de verdad, ése al que le gusta el fútbol- ha venido soñando desde 2009. La derrota de Argentina es sin duda la más dolorosa y aleccionadora de los últimos dos años: ya habíamos asumido que Piqué y Sex son dos jetas, que sin Valdés la defensa se hunde, que Zubizarreta es un incapaz y que la mitad de los que iban con la Camacha están tan saciados que seguramente necesitan ayuda hasta para ponerse el peto. Lo que no sabíamos es que Leo es humano y que llegaría el día en que perdería, ni más ni menos, el partido de partidos.
Con Messi aprendimos a sabernos ganadores en cualquier situación por desesperada que fuera. Aprendimos a sentirnos infinitamente superiores incluso en las derrotas. Sentimos cada día desde septiembre de 2008 que el fútbol nos había hecho el regalo que sólo se otorga a un pueblo elegido. Messi, disculpen el spot, nos tatuó en el pecho que Impossible is nothing.
Este deporte ha sido injusto con La Bestia Parda, el quinto grande y el futbolista que en esta era moderna ha sostenido durante más tiempo un estado de forma sobrenatural. Ahí queda su leyenda desde entonces, en campeonatos, en trofeos individuales, en récords, en gestas y en esa catarata semanal de arte. Pero sigue sin el título más grande porque en 2010 Argentina era un equipo desnudo y sin fe y porque en 2014 el mito se había convertido en hombre.
Hasta ahí el dolor. Quedan las lecciones.
Los que queremos a La Bestia como a un hermano pequeño sabemos que lleva dos años con papada. Y uno entero sin estar físicamente fino. Ahí están sus continuas lesiones y su ruptura con Juanjo Brau, que le pidió que perdiera un kilo y eso fue suficiente para que desapareciera de la sombra del astro. Ya conocen la pregunta más escuchada durante el gran Mundial que ha jugado: ¿Pero qué cojones le pasa? Pues que se juega como se entrena, y Leo no entrena como antaño. Porque ganó el cuarto Balón de Oro y fue padre con pocas semanas de diferencia: su misión en el mundo se desplazó. Porque compadreó en el vestuario con dos aspirantes a protagonizar American Pie 5 – A la caza de la milf. Porque ha sufrido golpes terribles como el fallecimiento de Tito o el de Jorge López. Porque su equipo ha pasado de ser un engranaje perfecto en lo táctico y lo mental a ser un equipo de vividores desorientados. Porque Hacienda se empeña en tratarle como a un mortal. Porque su club dejó de ser un equipo de fútbol para convertirse en un lobby con oscuras y variadas ambiciones, ninguna de las cuales pasa por el buen fútbol.
Y por supuesto está ese interrogante, ese precipicio, eso de lo que no hablamos porque sabemos que nunca un grande ha vuelto después de dejarse ir. Piensen ustedes lo que quieran; los que creemos que nuestro paso por este mundo habría sido sencillamente más vacío sin él le queremos aquí: a medio gas, 41 goles y 15 asistencias. A medio gas, las apariciones más extraordinarias que se pueden ver en el planeta fútbol, las mejores sin duda. Y después viene eso otro: sería miserable prescindir de un mito de 27 años cuya historia parece ser una parábola del Evangelio, esa que se llama Del enano que no crecía y acabó poniendo nombre al Estadi Leo Messi. Le debemos tanto que da hasta vergüenza abrir debates sobre su continuidad.
Lo peor del asunto es que aquí hemos hablado del pasado y del futuro. Nos queda lo peor, el presente. Ha llegado la hora de perder con Leo. Tenemos que aprender; no sabíamos, no nos dejó. Pero consuélense, de tarde en tarde, volverá La Bestia. Eso nos queda: se llama fútbol y mide 169 centímetros.
21 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login