FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Criarse como lateral derecho debe ser una cosa parecida a ser pelirrojo, socio del Espanyol o descendiente directo de la hija de mil hienas de la profesora de inglés. Cuesta imaginar una carta de presentación tan lamentable, y resulta casi cómico imaginar que alguien que campe por el territorio del 2 pueda aspirar a algo más que a las sonrisas condescendientes que se llevaba el Chapi Ferrer con sus patizambos esprints desnortados.
Pero es en la humildad infinita de esta posición donde Dani Alves ha alcanzado la condición de mito de la historia del Barça. Sus carreras, su calidad al primer toque, su ambición, su espíritu ganador y su mala leche en un conjunto plagado de monaguillos fueron una de las claves del éxito en la época más dorada de la historia del Barça. Uno no recuerda grandes cosas de Cafú, pero disculpen, aquel mito y amo del carril derecho cerró su carrera con 19 títulos. A eso nadie le puede a nuestro hombre: acumula 32 títulos, dos más que Pelé, 23 de ellos logrados en el Barça. La locura inhumana que supone ganar en esta era tres Champions y seis Ligas tiene mucho que ver con un futbolista totalmente imprescindible que a cada mes de enero, al oler la proximidad del metal, se ponía la capa de superhéroe.
Es cierto que el rendimiento de Alves fue cayendo con los años. La banda se le hacía más larga, le faltaba frescura, llegaba una décima tarde. Pero convendría recordar que hubo un tiempo, no tan lejano, en que superaba a Xavi, al mejor Xavi, en asistencias. Y conviene recordar que nunca jamás habrá un futbolista que haya regalado tantos goles al mejor futbolista que habremos visto cuando dejemos este mundo. Así lo explicó el propio Alves: “El fútbol no tiene memoria / y el periodismo no tiene memoria, / pero si echas la vista atrás entonces se ve / que soy el mayor asistente de Messi en el Barcelona. / Eso es historia. / En el gol 400 de Messi, el centro fue mío. / En el primer Mundial de clubs del Barça, / el gol decisivo de Leo vino tras un centro mío. / Cuando nos retiremos se dirá, / ¿quién ha sido el más grande del fútbol? / Messi. / ¿Y quién le daba los pases? / Dani. / Ahí estará mi nombre, le joderá a más de uno, pero ahí estará». Así hablaba el poeta Alves.
Alves fue también el hombre de la pedrada a Eto’o que acaba en el Iniestazo. El que falló ocho goles en una final de Champions. El que le hizo esta barbaridad a La Banda más delictiva.
Alves le hacía caños de tacón a CR Ceja. Alves lució los dorsales de Abidal y Xavi para homenajearles; pocos podrían haberlo hecho sin hacer el ridículo, pero él era uno de los escasos elegidos que estaba a su altura. En el futuro, por los siglos de los siglos, de los laterales buenos habría que decir que son un cuarto de Alves, o medio Alves. Superemos el absurdo marco de Cafús y Puyoles, porque igual no vemos a otro como él.
Incluso en su crepúsculo empujó como nadie para que este equipo de leyenda se llevara la Liga en la última jornada, la Copa en la prórroga tras hora y media con uno menos. Dejó dos últimos arrebatos de genio: en su último partido de Liga como azulgrana, se marcó la memorable y absurda carrera que suposo el 0-2 de Suárez. Sólo un loco, un creyente, habría corrido esa pelota. Y qué decir, amigos, de aquel vídeo legendario, con peluca, tras caer en Champions, en el momento más triste de la temporada, en que volvió a desplegar su maestría como el mayor martillo de nuñistas de nuestra era. Ya saben, esa gente, los de «els brasilenyus, el segon any res», los de «venem el Neymar que ara en treurem calers«, los de la monja y el publicista, ese mundo por alfabetizar que siempre sospechó de él por ir tatuado.
Cuánto nos dio Alves, un simple carrilero. Fue el Lateral Derecho de nuestra vida.
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