FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Hay una épica muy viva en la soledad de la trinchera, en la caminata bajo la tormenta y el frío, en el ghetto negro en el país de blancos. Hay un lazo único que se genera en la conjura, cuando comprendes que estás solo con ese otro soldado y que no llegarán refuerzos. Hay una voluntad temible en quien se ve acorralado ante una fuerza mayor.
Con todos ustedes, el Barça 2017-18, el equipo que tiene la titánica tarea de alargar la era Messi y de finiquitar al dominio de una Banda en pleno apogeo. No se podrá entender a este equipo sin pensar en los negros del ghetto, en la sonrisa triste de Valverde o en la cólera callada de Busquets. El equipo, ese antiguo imperio, se ha tirado a los caminos para mutar en un puñado de bandolers al servicio del mejor trabuco del mundo, el que tiene La Bestia Parda.
Viven en un pequeño vestuario donde las infamias de la junta les espolean tanto como las estupideces de Cristiano y Florentino y donde, a falta de fichajes, ha irrumpido un entrenador en el que creen y por el que correrán ese kilómetro de más. Han llegado otras cosas, tal vez mejores. Por una parte, el ingrediente más poderoso del planeta fútbol: el hambre. Añádanle esa veraniega y tremebunda humillación de verano y verán que a la fiesta también ha venido el deseo de venganza.
Son dos años de ver a la Banda levantar el trofeo más grande, el último conformándose con una triste Copa. Créanme, a su equipo de la liga de la empresa no le gustaría enfrentarse a este Barça porque hay algo salvaje que se cuece ahí dentro. Pregunten al Betis, al Alavés, al Espanyol. Rivales de medio pelo contra los que el equipo desplegó un insinto asesino que en otro tiempo reservaba a las eliminatorias de Champions. Jugaron como si se jugaran la Liga, porque han comprendido que se jugaban la Liga. O pregunten a la Juve: el Barça del martes no había recuperado el brillo, ni el nivel de juego, ni el vértigo, ni la clarividencia; se pareció mucho al de marzo. Pero los jugadores fueron a todas, se juntaron y se apañaron para dársela a La Bestia Parda, que tenía una cuenta pendiente y un trabuco.
Especulemos un poco y adentrémonos en la mente anfibia de Busquets o Iniesta, en lo más profundo del grial de su animal futbolístico. ¿Saben qué piensan? Que todo el pesimismo desencadenado en torno al equipo es una vergüenza. Que la aclamación multitudinaria a La Banda por haber sido capaz de fichar talentos y arrasar a un centro del campo con Sergi Roberto y André Gomes fue un puto insulto. Que la puta afición no tiene puta idea y que trae aquí ese calendario a ver a quién destrozamos el fin de semana.
Sonrían, hermanos niggas. Porque sabemos que alguien ha sido malo y porque dios ha querido que toque el Getafe.
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